Historia de amor eterno: un laberinto sin salida

Laura Sánchez, Filóloga

Laberintos de amor, laberintos de emociones sin salida para no escapar jamás, para no liberarte nunca. Esta es la historia de un amor difícil, laberíntico, tortuoso, donde los sentimientos se mantuvieron en todo momento, venciendo lo que los propios protagonistas no pudieron vencer. Esta es la historia de un amor que durará para siempre y más. La historia de un amor eterno.

La entrada en el laberinto

Ella salía de casa por primera vez, a los veinte años, y se marchaba lejos, tan lejos como para vivir sin ser observada, sin ser juzgada, para vivir de verdad, como ella decidiera. Él ya estaba allí cuando ella llegó y bastó un cruce de sonrisas en un bar cualquiera del puerto para quedar irremediablemente unidos, eternamente.

Ninguno de los dos estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad de vivir la mejor historia de amor jamás contada, así que no perdieron ni un segundo. Se fueron conociendo mientras se iban amando. Se fueron descubriendo al mismo tiempo que lo hacían sus cuerpos hasta que un día comprendieron que estaban encerrados en un laberinto de emociones del que no iban a salir jamás.

Pero ella sintió miedo. Fue el viento, en una de esas tardes en las que las hojas de los árboles te susurran secretos, quien le dijo que tenía que marcharse. Que si quería mantener ese amor verdadero para siempre, debía alejarse de él, para no contaminarlo con historias cotidianas, para que el amor permaneciera eternamente, por encima de todo. Entonces ella se marchó, pero aún así no pudo salir del laberinto.

Atrapados en el laberinto

Ninguno de los dos se podía olvidar del otro, pero ambos rehicieron sus vidas, tan lejos el uno del otro. Ella se despertaba algunas veces, casi llegando la madrugada, por una especie de llamada, se despertaba viendo la imagen de él, como si la estuviera llamando, buscando, como si la estuviera necesitando. Al cabo de un rato, la imagen de su amor se desvanecía pero era suficiente para alejarla del mundo en que vivía una vez más.

Esas madrugadas coincidían en otro lugar del mundo, tan lejos, con el momento en que él pasaba por la puerta de la que había sido su casa. Se paraba en la puerta, cerraba los ojos y deseaba con todas sus fuerzas que ella apareciera una vez más. Unos segundos en los que se sentía tan cerca de ella. Pero luego abría los ojos y todo desaparecía, excepto la sensación de estar dando vueltas en un laberinto. Él no quería encontrar la salida, quería encontrar a su amor.

Veinte años pasaron encontrándose de vez en cuando sus almas, que daban vueltas y vueltas en el laberinto. Veinte años hasta que se volvieron a ver. Veinte años para descubrir que estaban presos en un laberinto de amor del que nunca iban a escapar. Y fue después de veinte años que aceptaron vivir sin reservas su historia de amor eterno.

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