Me dan asco los pies de mi pareja

Laura Sánchez, Filóloga

Que las relaciones de pareja están plagadas de problemas de convivencia, de entendimiento, de comprensión o de aceptación lo sabemos bien gracias a nuestro historial sentimental y el de nuestras amigas. Y que a veces nos surgen problemas de pareja a causa de las situaciones más peregrinas, tampoco es nuevo. Hay parejas que han roto porque ella no soportaba a la mascota de él, o porque él no aceptaba que ella siguiera a su grupo preferido a todos los conciertos. Otras veces se trata de un defecto físico el que se interpone en la relación y otras muchas es una simple manía, como en el caso de esas personas a las que les dan asco los pies de su pareja.

Me dan asco los pies

Aunque a muchos pueda parecerle extraño, no es infrecuente que te den asco los pies de tu pareja. No se trata de algo personal hacia tu pareja ni hacia sus pies, sino que muchas personas desarrollan un cierto rechazo hacia determinadas partes del cuerpo. Y los pies es una de esas zonas suceptibles de rechazo, como también los son las orejas o los codos.

Tampoco se trata de una cuestión de higiene, porque entonces tu repulsión estaría avalada por una buena razón, sino que simplemente te dan asco sus pies, los tuyos y los pies del resto del mundo. Cuando vas a la playa tú misma te tapas los pies con la arena y te horroriza ver a la gente descalza.

Hay incluso un trastorno catalogado como fobia a los pies llamado podofobia, así que no te sientas culpable si tienes que apartar la mirada de tu novio cuando pone sus pies descalzos encima del sofá. Ahora bien, estamos ante un problema de convivencia.

Cuando los pies se convierten en un problema para la relación

Y aunque sabemos que no puedes evitar hacer una mueca de asco cuando ves los pies de tu novio, ni negarte a utilizar los pies como parte de vuestros juegos sexuales, vas a tener que hacer un esfuerzo de aceptación si no quieres que tu novio se sienta menospreciado. Tampoco se trata de crearle un complejo, porque sus pies no tienen nada de malo, el problema es tuyo.

Por su parte, y si no quiere que sus pies sean una fuente de discusiones, podría intentar mantenerlos cubiertos en la medida de lo posible. Pero ten en cuenta que cada uno tenéis vuestras manías y que él también se merece estar cómodo cuando llega a casa.

Así que se impone la tolerancia, pero también la empatía, saber poneros cada uno en el lugar del otro. A no ser que él sea una de esas personas para las que los pies constituyen un auténtico fetiche, no pasa nada porque tu no mires sus pies ni quieras saber nada de ellos. Al fin y al cabo, siempre será mejor mirar a los ojos.

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