Nueva pareja, nueva forma de amar: relaciones diferentes

Laura Sánchez, Filóloga

Si juntas a todos tus ex novios en una mesa redonda para que te definan, probablemente el resultado final sería una persona con múltiples facetas cercana a un trastorno de personalidad múltiple. Porque para uno fuiste una persona demasiado seria, mientras que para otro eras la reina de la fiesta; alguno pensó que te morías de celos mientras que otro consideró que tu interés por la relación era escaso. Así, cada uno te puede definir de una manera tan diferente que nos preguntamos ¿a qué se debe ese cambio en nuestro comportamiento según la pareja que tengamos?

Parejas diferentes, diferentes formas de amar

Lo cierto es que son pocas las personas que se comportan de una forma establecida y fija a lo largo de su vida amorosa. Ya sea porque aprendemos de nuestros errores pasados, o porque evolucionamos, la forma de amar es muy diferente en cada relación. A veces es una cuestión de edad, de madurar y saber lo que queremos de una relación, exigiendo todo aquello que necesitamos.

Otras veces es una cuestión de inseguridad, de temor a estar solas. Son esas ocasiones en las que más que amar a nuestra pareja, dependemos de ella. La inseguridad, pero también un exceso de empatía hace que en ocasiones nos mimeticemos con nuestra pareja, de forma que si él es un intelectual nosotras no nos perdemos ningua exposición, o si él es un aventurero, nosotras nos dedicamos a hacer escalada los fines de semana.

También se da el caso contrario, el de comportarnos de una forma totalmente distinta a nuestra pareja, con el fin de complementar al otro, o a nosotras mismas. Puede que nunca hayas sido tan sociable como cuando salías con aquél chico tímido y silencioso, o puede que nunca te hayas tomado tan en serio las responsabilidades como cuando te enamoraste de aquél Peter Pan. El caso es compensar.

Por exigencias del guión

Los motivos por los que variamos nuestro comportamiento, incluso nuestra personalidad, según la pareja del momento son variados. A veces, esos motivos se centran en nosotras, pero otras veces vienen determinados por la situación y el contexto de la relación. Como en una especie de cuestión de supervivencia, hay relaciones que requieren un determinado comportamiento.

Es la capacidad de adaptación la que hace que durante años fuéramos a comer cada domingo a casa de los suegros, mientras que nuestra siguiente pareja ni siquiera se quedaba a dormir en nuestro apartamento. Por lo que nuestra forma de amar, no depende sólo de nuestra evolución personal, sino de la persona con la que estamos y del tipo de relación.

Para todas aquellas personas rígidas que siempre se comportan de la misma manera, que siempre aman de la misma forma, tenemos que decir, que estas variaciones en la personalidad amorosa que mostramos la mayoría de las personas, suponen, sí un cierto desequilibrio, pero también un cúmulo de experiencias muy enriquecedoras.

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