¿Te acosa el estrés laboral?

Ana Van den Eynde
 ¿Te acosa el estrés laboral?
El estrés es la respuesta emocional que nos hace superar los problemas que enfrentamos cada día, es por eso que se habla del estrés bueno y del malo. Las listas para definir cada uno suelen ser interminables pero en esta ocasión conviene hablar de uno de los más dañinos y solapados que padecemos en la actualidad: el laboral.

Justo en tiempos en los que cualquier empleo pende no sólo de la buena voluntad del patrón, sino también de una crisis económica que se ha ensañado con el mercado laboral, las mujeres nos exigimos cada vez más a nosotras mismas intentando evitar así el despido o la baja temporal. La factura por este exceso va a la cuenta de nuestra salud pues a pesar de conocer y diagnosticar el problema, terminamos con la resignada frase de ¡qué remedio me queda!, y seguimos sometidas a la misma presión hasta que el cuerpo estalla.

El estrés laboral

El estrés laboral es considerado un mal inevitable de la era moderna y actualmente se debate públicamente si considerarlo, o no, una "enfermedad profesional" —concepto médico legal que le otorgaría una cobertura social mayor a quienes lo padecen—. Lo cierto es que este tipo de estrés afecta la calidad del trabajo y causa malestar tanto en el empleado como en el empleador.

Para los especialistas, el detonante común de este tipo de ansiedad incontrolable son las exigencias que sobrepasan los recursos de cada persona. Sus síntomas son diversos y pueden ir desde accidentes cerebro o cardiovasculares, padecimientos digestivos, alteraciones de la piel, insomnio, irritabilidad, falta de apetito hasta desajustes emocionales profundos, lesiones osteomusculares y trastornos relacionados con el embarazo y el bajo peso al nacer.

Este mal afecta particularmente a las personas que desempeñan su trabajo en el sector servicios: salud, educación, comercio, turismo, u otras donde su objetivo es satisfacer las necesidades de otras personas, hacerlas sentir bien o apoyarlas en su distracción, superación sufrimiento, enfermedad o conflicto.

Todo parece indicar que eso de ponerse en el lugar del otro tiene un coste emocional incalculable para el trabajador pues, entre otras razones, debe sobreponerse diariamente a sus problemas para atender los ajenos. Es como pedirle a un actor que interprete a Shakespeare las 24 horas del día y traslade, al intenso y complejo Hamlet, a cada uno de sus conflictos cotidianos.

Es tal el efecto de este tipo de estrés sobre las personas, que cuando una de ellas se desborda, los psicólogos y especialistas coinciden en llamarlo quemado, e incluso se ha acuñado el término de Síndrome de Burnout —estrés asistencial— que ilustra el alcance de este fenómeno.

La reacción espontánea de las personas que no pueden transformar las condiciones que le provocan el desajuste, es reacomodarse inconscientemente y restar calidad a su desempeño profesional.

Los especialistas en medicina del trabajo aseguran —sin intentar que sus pacientes tiren la toalla— que no se trata de casos de negligencia, sino de la respuesta natural de quien no se percata de que ha perdido motivación por el trabajo y simplemente busca recursos para adaptarse a demandas que exceden sus posibilidades.

Organizar las labores e intentar establecer una rutina racional de cada una de las actividades que conforman la jornada, suelen ser dos de los consejos a las personas que comienzan a sentirse agredidas por el estrés. También lo son una adecuada dieta y el ejercicio físico diario.

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