De turismo gastronómico por... Segovia

Alexandra H. Gail
Acueducto de Segovia

Cuenta la leyenda que una pobre muchacha segoviana que cargaba a diario con dos grandes cántaros para recoger agua y llevarla a su hogar gritó un día de desesperación: "Daría cualquier cosa porque el agua llegase sola a las puertas de la ciudad y así no tener nunca que volver a recorrer este camino". Y sus plegarias fueron escuchadas por el mismísimo diablo, que le prometió construir un acueducto durante la noche y terminarlo antes de que cantara al gallo al amanecer a cambio de su alma. La astuta muchacha acongojada al ver que el diablo cumplía con su palabra consiguió despertar al gallo encendiendo una vela en el gallinero un segundo antes del amanecer... El diablo perdió la apuesta, y Segovia se despertó con un magnífico acueducto de 17 kilómetros, 166 arcos y 120 columnas en dos niveles.

Y debe ser por el fuego que soltó con su ira, que las calles de Segovia huelen que alimentan a cochinillo asado... Si llegas a la Plaza del Azoguejo a eso de la una del mediodía, sabrás a lo que nos referimos. El hambre te invade al momento. Los fogones de los restaurantes desprenden un olor hacia las calles segovianas que delatan lo que en su interior se está cocinando.

Cochinillo y judiones

Cochinillo asado y judiones de La Granja


Si visitas esta ciudad castellano-leonesa, es algo obligado eso de comer un buen cochinillo asado, plato por excelencia de esta provincia. Dicen los segovianos que sus cochinillos son tan tiernos y exquisitos porque son alimentados sólo y exclusivamente con la leche materna, criados sin ningún tipo de artificio.

Hemos empezado directamente por el segundo plato, pero debes de comer también un primero. No te preocupes, que en el estómago hay hueco para todo. Ese primer plato no puede ser otro que judiones de La Granja. Si nunca antes los has visto, estos judiones te van a sorprender, por algo les llaman judiones. Pero a pesar de su gran tamaño, esta legumbre es tierna y sabrosa, se deshace en el paladar...

El origen de esta legumbre no es español, sino sudamericano, pero los segovianos han conseguido hacerlo suyo. Llegó a Segovia introduciéndose en los palacios, pero no para saciar el apetito de nobles y princesas, sino el de las aves de los corrales. Hubo un palacio en concreto, en el que un rey en concreto mataba el apetito con este plato tan delicioso. Ese rey no era otro que Felipe V, y el palacio, una de las construcciones que el monarca empezó a realizar a partir de 1721 para pasar los calurosos días de verano en paz: el palacio de La Granja. Dicen que fue la esposa de Felipe, la reina Isabel de Farnesio, la que trajo estas legumbres de Uruguay para alimentar a sus faisanes. Cómo descubrió la reina la exquisitez de estas judías... es todo un misterio.

Ponche segoviano después de visitar el acueducto


Todo este festín se merece un buen postre, un postre con marca registrada: el ponche segoviano. El postre típico de Segovia no tiene un origen tan remoto como el del cochinillo o los judiones de La Granja. Es obra del confitero Frutos García Martín, que en 1926 consiguió mezclar con gracia yemas y almendras para hacer un pastel con un sabor único para venderlas en la Plaza Mayor de Segovia. Fue el rey Alfonso XIII el que animó al pastelero a darlo a conocer en la Exposición Universal de Barcelona, y el éxito fue tal que obtuvo la medalla de oro. Y a día de hoy puedes seguir disfrutando de ese sabor y comprarlo en la confitería 'El Alcázar', donde siguen haciendo el pastel con mucho mimo de forma artesanal.

ponche segoviano

Y para hacer apetito antes de comer todos estos suculentos platos, tendrás que darte un buen paseo por las calles segovianas, para conocer la ciudad. La primera parada obligatoria, por supuesto es el acueducto. El diablo debió construirlo a finales del siglo I, principios del siglo II. Lo podrás ver en su máximo esplendor desde la Plaza del Azoguejo: unos 800 metros de lo más imponentes que en su mayor altura alcanza los 28 metros. Toda una obra de ingeniería romana que deja a todo el que por allí pasa boquiabierto. Y deja boquiabierto no sólo por su magnitud, sino por su casi impoluto estado de conservación. Un estado que puede deberse a que hasta hace bien poquito seguía trayendo a los segovianos las aguas del manantial de la Fuenfría prácticamente hasta la puerta de sus casas.

Pero hay dos puntos más de visita obligada en Segovia. Éstos son por un lado, la Catedral de Segovia, de estilo gótico renacentista, construida en el siglo XVI, llamada 'Dama de las catedrales' por su belleza y dimensiones, está situada en la Plaza Mayor de la ciudad. Y por otro, el Alcázar de Segovia al que se accede desde la Catedral. El rey Alfonso X el Sabio hizo de este Alcázar una de sus residencias favoritas.

Y todo este paseo te lo recomendamos hacer cuando más ambiente hay en la ciudad, cuando los segovianos dedican el día a sus patrones: el 25 de septiembre a la patrona, la Virgen de la Fuencisla, o 25 el octubre al patrón San Frutos.

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