La violencia psíquica y física de un hombre agresivo

Napoleón Fernandez

Uno de los grandes males que padece la sociedad moderna es el de la violencia, que lo mismo se expresa en el espíritu guerrero de algunos Estados contra otros, como en el esposo agresivo que cachetea a su mujer "para que aprenda".

De las guerras internacionales no hablaremos en este espacio, pero sí de los distintos tipos de violencia que subsisten en las familias y que lamentablemente se reproducen de manera perniciosa.

La violencia psíquica y física de un hombre agresivo

Los especialistas en el tema aseguran que la violencia familiar es una serpiente que se muerde la cola, es decir, sus mecanismos de reproducción terminan creando un círculo cada vez más estrecho y peligroso del cual es difícil escapar.

Ninguna persona nace violenta, esta es una actitud que se aprende en la infancia incorporando los mecanismos de conducta que regularmente se expresan a nivel doméstico en los que una figura, generalmente la masculina, lleva el control de las situaciones y la toma las decisiones más importantes.

Un niño o niña victima de la violencia doméstica tiene altas probabilidades de ser violento de adulto ya sea contra su pareja, sus hijos o contra los ancianos que integrarán su núcleo familiar.

La agresión psíquica y física de un hombre violento


La violencia tiene dos maneras, la psíquica y la física. En el primer caso puede bastar una mirada, un gesto, una frase amenazante o un chantaje; y en el segundo el asunto se torna más peligroso pues las golpizas pueden provocar la muerte, pero ambas formas son igualmente aborrecibles y moralmente censurables.

Pero no son las mujeres las únicas víctimas de la violencia doméstica, también lo son los niños y los ancianos que en muchos casos devienen en los tristes receptores de frustraciones, estados de ánimo, o de conductas mal encauzadas.

La violencia en casa


Estudios realizados han demostrado que los hombres no necesitan embriagarse ni hallarse bajo efectos de estupefacientes para ser violentos. Interrogados acerca de su conducta, los varones han justificado su actitud a partir de creencias acerca de la identidad masculina y de cómo esta entiende el ejercicio de su autoridad, es decir, son victimarios que a su vez han quedado atrapados en estereotipos construidos desde una sociedad patriarcal de rechazo lo femenino que les exige ser fuertes como un roble, exitosos y además, agresivos y competitivos, actitudes válidas tanto para el contexto social como familiar.

A pesar de que el tema convoca desde hace varios años a la opinión pública y se realizan marchas y protestas de notable participación, no es un asunto ni medianamente resuelto. Las noticias de mujeres golpeadas y niños maltratados siguen ocupando los titulares de periódicos y noticiarios. Es preciso fortalecer el instrumental legal que fomente la igualdad de género y elimine los criterios arcaicos y patriarcales que perpetúan el maltrato, el principal cambio está por producirse, es de índole cultural, y pasa, sin dudas por la igualdad de género.

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