Enrique Bunbury regala a sus fans un emblemático concierto en Madrid

EFE
De la carretera al escenario y del escenario a la carretera. Con pocas palabras se puede decir mucho, y esta breve frase encierra un significado mucho más profundo en el ideario de Enrique Bunbury, un artista camaleónico que ha hecho del devenir errante toda una forma de vida y expresión.

El músico aragonés arribó esta noche al Palacio de los Deportes de Madrid, donde dedicó un banquete de rock'n'roll a los 9.000 valientes que desafiaron al frío implacable, una rasca maleducada que se colaba sin invitación por las rendijas del recinto deportivo.

Para vencer las inclemencias meteorológicas, nada mejor que una buena dosis de movimiento en vena. Justo lo que tuvo a bien ofrecer Enrique Ortiz de Landázuri Izardui, maestro de ceremonias en un concierto que se alargó más allá de las dos horas.

Secundado a la perfección por su nueva banda de acompañamiento, Los Santos Inocentes, Bunbury se abandonó al más notorio de sus placeres: caminar sin rumbo fijo, errar sin brújula o camino predeterminado, deteniéndose sin previo aviso en los diferentes álbumes que jalonan su carrera discográfica.

Veinte minutos después del horario previsto, el intérprete surgió de entre las sombras y atacó el tema inicial de la velada, "Las consecuencias", una pieza que no sólo da nombre a su último trabajo de estudio, sino también a la gira que le traía por La Villa y Corte.


Bunbury durante su concierto en el Palacio de los Deportes en Madid
"¡Qué gusto actuar en Madrid!. Tenemos canciones nuevas que queremos presentarles, pero también haremos un recorrido, un viaje por mis otros discos. !Ojalá lo disfruten!", saludó Bunbury antes de lanzarse por las sendas de "Ella me dijo que no" y "De todo el mundo".

Algo destemplado durante los compases iniciales, el cantante terminó de entrar en calor con "Los habitantes" y "Frente a frente", la singular versión que llevó a cabo del tema popularizado por Jeanette a principios de los ochenta.

Reinvindicó el Rock'n Roll en plena crisis en el sector


"Enrique, Enrique, Enrique", coreó el público antes de que "Desmejorado" diera paso a territorio salvaje: "Vamos a tocar algo de 'Helville de Luxe', y eso significa un poquito de rock", notificó el músico mientras rasgaba su guitarra al son de "Bujías para el dolor".

El sonido imparable de una locomotora avisó la llegada de "Que tengas suertecita", mientras que el cantante se arrodilló junto al filo de la tarima para suplicar la expiación de sus culpas en "Sólo si me perdonas".

La cara más histriónica de Bunbury ya había hecho aparición en varios compases del espectáculo, pero adquirió carta de naturaleza en "Dímelo", cuatro minutos de locura colectiva que transformaron el pabellón en una macrosala de baile.

"Quiero hacerles una petición, un ruego, una exigencia. En estos tiempos que corren, tenemos una misión divina cuando sintonizamos la radio: ¡'Apuesten por el rock'n'roll!", clamó el intérprete, que se marchó a vestuarios para recuperar el resuello.

Dos minutos más tarde, Bunbury regresó a su lugar, bajo los focos, y se despidió de la parroquia local con "El anzuelo", "El hombre delgado que no flaqueará jamás", "Lady Blue", "Puta desagradecida" y "El viento a favor". Próxima parada, Teatre del Liceu de Barcelona los días 8 y 10 de diciembre.

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