La leyenda mexicana de La Mano Peluda: su versión más escalofriante

¿Preparada para pasar miedo con esta historia mexicana de terror?

Azucena Zarzuela, Periodista
En este artículo
  1. Leyendas mexicanas de miedo: el señor Villa y su codiciosa mano
  2. El verdadero origen de la Mano Peluda

Leyenda mexicana de terror: La Mano Peluda

México es un país rico en tradición oral. Por sus leyendas y mitos parece no pasar el tiempo. Y es que, en pleno siglo XXI, estos relatos conviven con derecho propio con las noticias de actualidad. Entre sus habitantes y para entretener al turista, nunca faltan corrillos en los barrios donde se pueda disfrutar de una buena historia. Dónde empieza la verdad y dónde el mito es algo que sólo el espectador atento decidirá. Amores trágicos, desapariciones misteriosas, encantamientos y magia… Ingredientes todos ellos que, sin duda, te harán pasar un buen rato. O no. Porque también en ellas hay mucho de terror y sobrenatural que te harán sobresaltarte y evitar la oscuridad.

Esta vez, en Diario Femenino, toca un poco de susto. Os contamos la verdadera versión de La Mano Peluda, una leyenda mexicana de miedo muy conocida con la que te entrarán auténticos escalofríos. ¡Absolutamente aterradora!

Leyendas mexicanas de miedo: el señor Villa y su codiciosa mano

La Mano Peluda: relatos de miedo y terror mexicanos

Todo comenzó en la ciudad de Puebla, a principios del siglo XX, cuando proliferaban las casas de empeño, las conocidas casas de Montes Pío. En ellas se practicaba la usura, es decir, prestar dinero con un alto interés a cambio de dejar retenido algún objeto de valor. El triunfo de este negocio se vio reforzado porque el crecimiento económico del momento estaba ensombrecido por las injusticias sociales, ya que mientras los ricos se hacían más ricos, los pobres se empobrecían aún más y la clase media se estancaba.

El señor Villa, más conocido por sus vecinos como Horta, estaba por entonces al frente de una de estas casas de empeño. La naturaleza no había sido generosa con él. Su presencia física resultaba incómoda. Y es que era bajito, regordete, calvo y, sobre todo, muy peludo. Sin embargo, su apariencia pasaba desapercibida ante su mal carácter. Era un hombre sin escrúpulos y pecaba de avaricia. Esta última era tan desmedida que no dudaba en tratar muy mal a la gente. La grosería y desprecio eran sus herramientas de trabajo habituales. Incluso, le gustaba jactarse y aprovecharse de la mala suerte de sus vecinos. Vamos, un tipo que nunca hubiera ganado ningún concurso al más popular y querido.

Poco tiempo tuvo que pasar para que el señor Villa se convirtiera en una de las personas más ricas de la zona, sin embargo carente de toda nobleza humana. Acumular fortuna y presumir de ella eran sus deportes favoritos. Tanto era así, que le gustaba engalanarse con grandes anillos de oro, piedras preciosas engarzadas que le enaltecieran y pavonearse ante todo el pueblo. Fue un hombre engreído, avaro, codicioso y tremendamente amargado. Y para colmo de males, los pobres y desfavorecidos tenían que aguantar sus burlas. Ni una sola vez a nuestro usurero se le conmovió el corazón, pues nunca se le conoció alguna obra altruista en la que ayudara.

"¡Qué Dios te seque la mano!", comenzó a oírse a su paso y en las inmediaciones de su negocio. Y es que, el señor Villa se había ganado a pulso el odio de la ciudad.

El verdadero origen de la Mano Peluda

El verdadero origen de la Mano Peluda

El día en el que el usurero murió, había sido repetida tantas veces la exclamación que había llegado a convertirse en un ruego fervoroso a Dios aclamando su justicia divina. Y la súplica sí fue escuchada. La mano del señor Villa se secó antes de ser enterrado. Todos esos anillos, con los que tantos años atrás había presumido, se le encarnaron y el usurero se fue a la tumba con una mano negra y peluda que sólo inspiraba terror.

En las noches más oscuras aún se recuerda que la maldad del señor Villa sigue aún dejándose ver en este mundo, pues todavía busca cobrar venganza por todo el mal que la gente le había deseado. Así, quien se acerque al cementerio de San Francisco en las horas en las que reina la luna, podrá notar como esa mano recorre el panteón en busca de víctimas frescas. Y es que, con forma espectral y siniestra, asciende como si de una tarántula se tratara, empujada por el poder del Maligno. ¿Te atreves a visitarle?

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