Historia de amor famosa: Rainiero de Mónaco y Grace Kelly

Laura Sánchez, Filóloga

Tras la trágica muerte de la princesa Gracia de Mónaco, que antes había sido simplemente Grace Kelly, empezaron a surgir todo tipo de leyendas en torno a su figura. Como ocurre en estos casos, un halo de divinidad se cernió sobre su persona y sobre su vida. Y así, su matrimonio con el príncipe Rainiero de Mónaco se convirtió en una historia de amor eterno. Pero parece que hay dos versiones muy distintas de la relación de Grace y Rainiero.

Una historia de amor verdadero

No deja de ser una especie de cuento de hadas que una exitosa actriz de Hollywood termine casándose con un príncipe que, si no azul, al menos era de la Costa Azul. Fue una historia de amor verdadero, capaz de vencer todos los obstáculos que se interponían entre la rígida vida de las familias reales y la libertad que caracteriza a los artistas. Pero no hay nada que se atraiga más que los polos opuestos.

Rainiero se sintió fascinado por la belleza y el carisma de Grace Kelly y Grace cayó rendida ante el encanto de un príncipe europeo. Fue por amor que la actriz de carrera imparable abandonó el cine porque no era compatible con su faceta de princesa ni de madre de familia real. Fue por amor que Grace, ahora ya Gracia, transformó radicalmente toda su vida y empezó de cero.

También fue por amor que Rainiero hizo caso omiso a las voces regias que hablaban de la inconveniencia de una artista en la corte monegasca. Y es que Europa todavía no se había acostumbrado a las princesas plebeyas. Pero Rainiero amaba a Grace o a Gracia con todo su alma. La amaba tanto que siguió amándola después de su muerte. Por eso nunca se volvió a casar.

Interpretando una película de amor

Pero más que un cuento de hadas, esta historia lo que parece es una historia de amor de película. Y no precisamente en el sentido de materializar un increíble amor soñado, sino en el de interpretar el mejor papel de su vida. No cabe duda que la atracción inicial entre Rainiero y Grace existió, pero lo que debió ser una muesca más en la lista de amantes del uno y de la otra se convirtió en una interpretación para toda la vida.

El matrimonio entre el príncipe Rainiero y la actriz Grace Kelly se llevó a cabo por obra y gracia del influyente armador griego Aristóteles Onassis, con un elaborado plan de marketing para dotar al pequeño principado de todo el glamur, que aún hoy mantiene, uniendo la sofisticación de Hollywood con la distinción de la alta sociedad europea.

Y mientras delante de las cámaras el matrimonio lucía sonriente, feliz y compenetrado como ninguno, a puerta cerrada, en palacio reinaba la indiferencia. Ambos se dedicaban a seguir coleccionando amantes, como habían hecho toda su vida, sin reproches, sin rencores, pero sin un poco de amor.

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