Prejuicios: un gran freno también para la alimentacion

Marta Valle

Los prejuicios en la alimentación están a la orden del día, fundamentalmente suelen basarse en opiniones personales debido a una mala experiencia aunque también pueden reglarse a través de influencias externas, ya sean éstas culturales, religiosas o, simplemente, mediante la sugestión negativa que pueden provocar los recelos alimentarios por parte de algún conocido o familiar.

Este comportamiento puede verse altamente potenciado en la figura de los niños, quiénes, llegado el caso, pueden llegar a rechazar un plato tan sólo por su aspecto. Actitud que tampoco extraña encontrarla en muchas mujeres adultas como nosotras, ya sea por ideas equívocas preconcebidas o juicios emitidos con excesiva precipitación, podemos llegar a renunciar a magníficos alimentos que quizá puedan suponer una grata experiencia personal.

Prejuicios: sugestión de carácter psicológico

Un estudio reciente llevado a cabo por la Universidad Politécnica de Valencia, la Universidad de Oxford y el King’s College de Londres concluyó que la sugestión provocada por los prejuicios puede llegar, incluso, a provocar modificaciones en las percepciones sensoriales que tenemos de los alimentos. A los voluntarios que participaron de esta investigación se les sometió a varias pruebas, estableciendo resultados llamativos y curiosos.

Ante un mismo yogur, los consumidores percibían  mayor calidad y mejor sabor si lo consumían con una cuchara de metal en lugar de una de plástico. Dichos participantes se sentían saciados comiendo una cantidad igual de cereales si el bol usado era más pesado. También se vieron influidos por el color del plato, al ingerir un mousse de fresa, los voluntarios creyeron que sabía mejor sobre un recipiente blanco y que sobre uno negro.

De aquí podemos extraer una conclusión bien clara, es nuestra capacidad de acceso a la realidad y nuestra percepción de lo que nos rodea lo que, en muchas ocasiones, determina los gustos que tenemos y la predisposición que mostramos ante cualquier novedad que se presente en nuestras vidas, aunque sea en forma de alimento.

Prejuicios habituales en alimentación

De pequeñas solemos mostrar más reticencias  al consumo de verduras o frutas, quizá porque su aspecto nos resulte menos apetitoso que el de un plato de pasta, arroz o un filete de nuestra carne favorita.

Otro caso habitual suele focalizarse en una especialidad culinaria de origen japonés: el sushi.  Habituadas a ingerir los pescados cocinados, ya sea a la plancha, horneados o, incluso, fritos, la idea de enfrentarnos a un plato acompañado de pescado crudo puede llegar a vencer nuestros límites ante lo desconocido. Sin embargo, comer sushi no sólo es una práctica habitual en Japón sino que, a lo largo de las últimas décadas, se está extendiendo a todo el mundo, no sin cierta controversia.

Quizá la solución pueda pasar por poner nuestras mentes en blanco, intentar evadir cualquier predisposición negativa que podamos tener de antemano hacia una serie de alimentos en concreto e intentar disfrutar de nuevos retos y experiencias

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