La gran mentira de las etiquetas de los alimentos y sus calorías

Marta Valle

Cada vez es más común, cuando acudimos al supermercado a realizar nuestra compra habitual, quedarnos paradas mirando la información nutricional que aparece en las etiquetas de los productos. Estos datos suponen un apoyo fundamental a la hora de realizar una guía de alimentos a ingerir a lo largo de una planificación dietética.

Un estudio llevado a cabo por la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), ha llegado a la conclusión de que la información contenida en estas etiquetas no menciona con exactitud la cantidad real de calorías que contiene. Esto es así porque el modelo usado para contarlas subestima el contenido energético de los alimentos procesados y se sobredimensiona el que hace referencia a las materias primas que conforman el producto.

El método para contar calorías data del siglo XIX

 

Según la investigación llevada a cabo por esta organización internacional sin ánimo de lucro, las empresas productoras de alimentos están al corriente, a pesar de lo cual no han realizado ninguna modificación al respecto. El método que se usa para contar las calorías es el llamado sistema o factor Atwater, desarrollado a finales del siglo XiX y principios del siglo XX por el químico norteamericano Wilbur Olin Atwater.

Mediante este sistema, se realiza un cálculo de la energía disponible en los alimentos. La inexactitud proviene del hecho de que solo tiene en cuenta las calorías aportadas por las proteínas, las grasas y los hidratos de carbono. Lo cierto es que el factor Atwater lleva muchos años en el punto de mira y ha generado multitud de controversias, sin embargo, hasta la fecha, aún no se ha desarrollado ningún sistema que pueda funcionar como sustitutivo efectivo del mismo, por lo que se ha seguido utilizando a pesar de la manifiesta desinformación que genera.

Alternativas al factor Atwater

 

Richard Wrangham, propulsor del estudio y profesor de antropología biológica en la Universidad de Harvard, insistió, en el seno de las conferencias realizadas en la AAAS, en la necesidad de hallar un nuevo sistema que suponga una alternativa al modelo de Atwater. Según el profesor, el sistema vigente resulta eficiente para contar calorías en las comidas que presentan una digestión sencilla, como puedan ser el pan y la fruta. Sin embargo, sobreestima el valor energético de los alimentos de digestión lenta como la fibra, las legumbres  y los cereales. En estos casos, se considera que se contabilizan erróneamente entre un 10% y un 20% de las calorías aportadas.

En lo que respecta a los alimentos procesados, habituales hoy en día en nuestras cestas de la compra, el error en la contabilización de sus calorías puede llegar hasta el 30%. Según explica el propio Richard Wrangham, esta inexactitud se debe a que los alimentos crudos siempre son menos calóricos que aquellos que son cocinados, cuestión que debería tenerse en cuenta al etiquetar productos que presentan una preparación previa.

Nos encontramos, por tanto, ante una dificultad añadida en nuestras rutinas alimentarias, puesto que resulta bastante complejo elaborar una planificación exacta de nuestras comidas si somos incapaces de conocer el valor calórico real de los alimentos que consumimos. 

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