Falsos mitos: la dieta blanda

Marta Valle

La dieta blanda es una de las rutinas alimentarias que más mitología arrastra debido, sobre todo, a abundantes equivocaciones en lo que respecta a su composición. Hay que aclarar, en primera instancia, que ésta no se encuentra relacionada directamente con alimentos que sean necesariamente tiernos o de fácil masticación. Dado el caso, en medicina tiende a usarse la expresión dieta de protección gástrica para evitar este tipo de malentendidos.

Composición de la dieta de protección gástrica

Esta tipo de dieta suele ser la recomendada por médicos y expertos tras haber sufrido cualquier patología leve del aparato digestivo, ya sea una gastritis, una úlcera, un cólico, un virus intestinal o un episodio de diarrea y/o vómitos. Otros usos están relacionados con la paliación de problemas de disfagia –dificultad para tragar-, reflujo gastroesofágico, tubo digestivo, cirugía maxilofacial, o utilización de aparatos dentales.

Por lo general, para seguir la dieta blanda resulta suficiente con tomar alimentos que sean pobres en grasas y ligeros, además de tomar productos que no aporten un exceso de fibra y ayuden al organismo a retener agua. El objetivo, en definitiva, es nutrir sin estimular en exceso la generación de ácidos gástricos.

En las dietas de protección gástrica están recomendados alimentos como el arroz, la pasta, el pan blanco o el cous cous. Las carnes blancas -pavo o pollo- y los pescados blancos con cocciones ligeras como el hervido, la plancha o el horno también suponen buenas opciones. Por otro lado, hay que evitar la ingesta en crudo de cualquier verdura o fruta, aunque éstas se pueden tomar cocidas o en forma de puré o compota.

El tema de los lácteos suele ser controvertido, pues genera una gran disparidad de opiniones en cuanto a su uso en este tipo de procedimientos. La prescripción médica clásica opta por lácteos preferentemente desnatados, ya sea en forma de yogur natural, requesón o quesos frescos a la leche.

Otro tipo de recomendaciones

En los entornos médicos el uso de la dieta blanda o astringente está perdiendo fuerza en pos de otras opciones menos sacrificadas. Hoy en día lo que se recomienda es no modificar la rutina habitual aportando, si acaso, una mayor cantidad de líquidos de forma que podamos compensar las pérdidas causadas por las diarreas o los vómitos.

Lo normal cuando se sufre algún tipo de patología relacionada con el aparato digestivo es no tener ganas de comer, por lo que una reducción de las cantidades que se suelen tomar supone una elección óptima, siempre que se enriquezca la alimentación con líquidos como caldos, zumos o agua. Si la enfermedad se agrava, en cualquier farmacia pueden adquirirse sueros para beber que aportan mayor seguridad médica que cualquier bebida isotónica o preparado casero. 

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