La bioquímica del amor

Saúl C. Montaño Quintanilla
Cuando una mujer está enamorada, es muy probable que junto a la feliz expresión de su rostro, su organismo esté sirviendo de probeta a ciertas reacciones bioquímicas que fortalecerán su sistema inmunológico y lo ayudarán a mejorar su salud y bienestar.

Precisamente esas reacciones y las conexiones cerebrales ligadas a esa circunstancia hacen que las personas se sientan en un estado diferente al habitual aunque no en todas se expresa de la misma manera.

Según el genetista David Bueno, lo que sí es común es que el enamoramiento tiene una primera fase -el flechazo- donde el cuerpo segrega unas hormonas sexuales denominadas feromonas que contribuyen a que nos fijemos en alguien. Le sigue un segundo momento en el que se activan las dopaminas que aseguran la atracción hacia esa persona.

Feliz de la vida


En esta etapa usualmente feliz de la vida, los especialistas han descubierto que desde el punto de vista bioquímico se activan mecanismos similares a los que actúan cuando una persona se vuelve adicta a alguna sustancia.

Bioquímica del amor

Lo que sucede, asegura Bueno, es que ese efecto de dependencia, a diferencia de otras adicciones, suele tener un tiempo límite natural que oscila entre los dos y los tres años. Transcurrido ese lapso "los receptores de estímulos se van saturando y entran en acción las hormonas endorfinas que son las causantes, entre otros aspectos, del placer y la tranquilidad".

Otro investigador, esta vez del Instituto Universitario Dexeus, Josep Maria Farré, asegura que esa "pasión adictiva" puede renovarse con algo que él define como "perversión casta", que implica satisfacer diversiones mutuas para lo cual es preciso que la pareja se conozca y comprenda a profundidad.

Según Farré, existen "personas que no pueden vivir sin pasión", a pesar de que lo natural es, con los años, pasar del "amor pasional al amor íntimo" que conduce a una especia de "estado de beatitud", en que las personas quedan "satisfechas, plácidas y tranquilas", tal como sucede tras un intenso orgasmo.

Claro está que aquí también participa la bioquímica de la mano de la feniletilamina, la dopamina y las feromonas, sustancias que condicionan las respuestas a los estímulos pasionales.

Desdichadamente, y aunque a veces nuestro cuerpo se torne probeta o tubo de ensayos, nadie ha podido consolidar un método de laboratorio que permita generar las sensaciones placenteras que nos reporta el estar enamorados. Quizás, si ese descubrimiento ocurre algún día, las filas de infelices para recibir su dosis de bioquímica del placer daría la vuelta al ecuador terrestre.

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