Helena de Troya y Paris: la historia de amor que provocó una guerra
Hay algunas parejas que nunca pasan de moda
- Obligados a amarse por mandato divino
- La historia de amor que acabó en guerra
Hay parejas que nunca pasan de moda. Hay historias de amor tan intensas que perviven para siempre. Es el caso de Paris y Helena de Troya, dos personajes que pudieron ser leyenda o pudieron ser verdad, pero cuyo amor trascendió épocas hasta perpetuarse como el símbolo del amor predestinado. Juntos a pesar de todo, juntos cueste lo que cueste, aunque lo que cueste sea una guerra. Esta es la historia de amor que provocó la guerra de Troya.
Obligados a amarse por mandato divino
Aunque se la conoce como Helena de Troya, resulta que Helena no era de Troya, sino de Esparta. Y resulta que era la mujer más bella del mundo. Era Paris un príncipe que procedía de Troya y al que la diosa del amor, Afrodita, le había prometido a la mujer más bella del mundo. Así que el amor entre Paris y Helena estaba decidido por los dioses, estaba predestinado.
Un buen día estaba Helena en su palacio de Esparta junto a su marido y apareció por allí el príncipe troyano Paris. Como era costumbre por las leyes de hospitalidad en la Grecia antigua, le dieron alojamiento y le agasajaron con banquetes, regalos y buena conversación. Y Paris no podía apartar la mirada de la hermosa Helena y Helena no podía dejar de mirar a aquel joven príncipe que por fuerza tenía que ser el famoso Príncipe Azul.
Así que Paris y Helena se volvieron locos de amor. Helena se fugó con Paris y juntos se fueron a Troya. Aunque luego muchos dijeron que el príncipe troyano la había raptado. Los griegos no pudieron soportar la afrenta del troyano o la vergüenza de la espartana. El caso es que se juntaron todos los reinos griegos para atacar la ciudadela de Troya. Y así es como empezó la guerra más famosa de todos los tiempos: la guerra de Troya.
La historia de amor que acabó en guerra
Poco les duró la felicidad a la pareja enamorada. En cuanto las tropas griegas desembarcaron en las playas troyanas, la felicidad conyugal se convirtió en un infierno de culpabilidades y reproches. El pueblo de Troya estaba rendido a los encantos de Helena y no estaba dispuesto a devolvérsela a los griegos. Al menos al principio. Pero cuando los años pasaron y la guerra continuaba empezaron a ver a la hermosa Helena como la causante de sus desgracias.
Y Helena se consumía por la culpa y Paris por la impotencia de no poder poner fin a la guerra. Tan solo tenían escasos momentos a solas para amarse y olvidarse de la cruda realidad. Porque en la intimidad de su alcoba seguían siendo dos enamorados que estaban dispuestos a todo por estar juntos. Así lo habían dispuesto los dioses. Sin embargo, el apoyo divino no les duró para siempre.
Esta historia de amor solo podía tener un final y es un final triste. Cuando los griegos idearon el famoso caballo de Troya que arrasó la ciudad y puso fin a la guerra, Paris fue brutalmente asesinado, mientras a Helena la conducían, desolada, pero digna, al encuentro con su marido. Helena pasó el resto de sus días junto a su marido en Esparta, pero dicen que pasaba las noches derramando lágrimas por Paris, el que fue el único amor de su vida.
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