Historia de amor inevitable: empezar a creer en el amor

Laura Sánchez, Filóloga

Hacía ya un tiempo que Lidia había llegado a una conclusión: el amor no existe. Como tampoco existe el príncipe azul, ni el hombre ideal, ni la media naranja. Así que se dedicaba a disfrutar de los placeres temporales de la carne de hombres que no tenían ninguna intención de quedarse en su vida. Así mejor, teniendo en cuenta las dos únicas historias de amor que había tenido en su vida y que habían terminando tan mal que era mejor enterrarlas en el olvido.

Descubrir el amor en vacaciones

Este último verano pintaba mal para Lidia, que no podía permitirse sus habituales vacaciones. La perspectiva de quedarse en un Madrid de calor sofocante y calles casi desiertas le estaban descubriendo un dolor de soledad que nunca antes había sentido. Su mejor amiga llegó para salvarla invitándola a pasar un par de semanas a su pueblo. Una escapadita veraniega al campo es lo mejor para relajarse y renovar energías. Eso es lo que decía su amiga.

A falta de un plan mejor, Lidia se fue al pueblo de su amiga y descubrió, para su sorpresa, el bienestar que proporciona el campo. Con el espíritu relajado, Lidia se fue abriendo poco a poco y siguió descubriendo cosas. Como que ese chico de Barcelona que estaba veraneando en el mismo pueblo le estaba gustando. Mucho. La verdad es que no podía dejar de pensar en él. La verdad es que el pueblo era demasiado pequeño como para no estar encontrándose a todas horas.

Lidia empezó a ser presa de una ansiedad desconocida. Se moría por coincidir con él en el bar del pueblo y Jordi parecía estar siempre esperándola. Hablaban y hablaban y se reían como si se conocieran de siempre. Lidia no se había sentido tan cómoda con un hombre en toda su vida. Ventajas de la amistad. Eso es lo que pensaba Lidia. ¿No sería amor? Eso es lo que pensaba Jordi.

Caminando juntos

Las amistades que hicieron Lidia y su amiga en el pueblo durante esas dos semana continuaron cuando todos decidieron hacer el Camino de Santiago. Se pusieron en marcha. Y Lidia seguía con aquella extraña ansiedad, eligiendo cuidadosamente la ropa que iba a llevar para estar deslumbrante incluso en aquella larga caminata. ¿A quién pretendía deslumbrar?

Jordi y Lidia no se separaron en todo el camino. Poca gente puede jactarse de haber hecho la mayor parte del Camino de Santiago de la mano de la persona que amas. Y es que Lidia no podía soltar la mano de Jordi porque tenía miedo. ¿Qué era eso que estaba sintiendo? ¿por qué le dolía tanto pensar en el final del verano y separarse de Jordi? Bienvenida al amor, Lidia.

Y así, de forma inevitable, Lidia se dio de bruces con su mejor historia de amor. Asustada, pero decidida a creer en el amor, no dejó que el final de las vacaciones pusieran fin a su descubrimiento. Y así, Lidia pasó de ser una escéptica del amor a apostar por una relación difícil en la distancia. Aunque no hay puente aéreo que no pueda salvar la distancia entre dos enamorados.

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