Historia de amor mitológica: el amor inmortal

Laura Sánchez, Filóloga

El amanecer es testigo de infinidad de historias de amor. Amores intensos, apasionados, prohibidos, amores fugaces o amores eternos, tienen como testigo del último beso al amanecer, que en la mitología griega está personificado en una diosa rosada llamada Eos, aunque nosotros la conozcamos más como Aurora. Eos es la protagonista de esta historia de amor inmortal, pero no eterno, que no es lo mismo.

El amanecer enamorado

Por su propia naturaleza, Eos prefería las historias de amor breves y fugaces. Le gustaba la pasión efímera de ese instante que precede al día y pone fin a una noche de placer.

Sin embargo, no siempre vivimos el amor como quisiéramos y eso es lo que le ocurrió a Eos. Fue condenada a amar eternamente, a enamorarse constantemente, a necesitar de una historia de amor todos los días de su vida inmortal.

Fue Afrodita, la diosa del amor, quien impuso ese castigo tan particular a Eos, cuando la encontró en la cama con su verdadero amor, el dios Ares. Si los amores de Ares y Afrodita supusieron todo un escándalo en el Olimpo, la vida amorosa de Eos, no estuvo exenta de críticas divinas. Y es que Eos, madre de los vientos y las estrellas, cometió el error de enamorarse perdidamente de un mortal.

Una aventura entre una diosa y un mortal estaba bien visto por los habitantes del Olimpo. Sin embargo, un historia de amor con fines serios, era un amor prohibido. ¿Qué expectativas puede tener un mortal al enamorarse de una diosa? Pero Eos vivía sus flechazos tan intensamente en siempre creía que se trataba del amor definitivo, del amor eterno. ¿Acaso no nos ha pasado a nosotras en más de una ocasión?

Conseguir un amor inmortal

El caso es que cuando Eos se enamoró de Titono, empezó a darle vueltas al asunto de la mortalidad de Titono. El amor de su vida iba a morir en algún momento y no sabía bien cómo mantener su amor por toda la eternidad. Así que le pidió al padre de los dioses, a Zeus, que le concediese la inmortalidad a su amado. Y Zeus, que era complaciente con límites, convirtió a Titono en inmortal. Sin embargo, nada se dijo de conceder la eterna juventud.

Y así ocurrió que Titono, nunca podría morir, pero sí iba envejeciendo. La historia de amor de Eos y Titono se iba apagando según se iba escapando la juventud de Titono. Aquello no era un amor eterno, porque el amor desaparecía; aquello era una historia de amor inmortal. Las personas envejecemos y morimos cuando ya no podemos envejecer más. Pero Titono envejecía y envejecía y no podía morir. ¿Era su inmortalidad un don o un castigo?

Eos permanecía al lado de su amado, aunque ya no quedaba amor. Y veía cómo Titono se iba arrugando, sus músculos se iban paralizando y su voz se convertía en susurros. Titono se iba encogiendo y empequeñeciendo tanto que los susurros agudizaron y empezó a dejar escapar agudos chillidos a la vez que deprendía una hermosa luz desde su interior. Titono se había convertido en cigarra.

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