Insensibilidad congénita al dolor: el infierno de no ser capaz de sentir

Saúl C. Montaño Quintanilla

¿Te imaginas no sufrir nunca un dolor de muelas? ¿Te imaginas pegarte un buen golpe en la nariz y no notar ningún dolor?  Pues eso es lo que les pasa a las personas que tienen Insensibilidad Congénita al Dolor, una enfermedad rara que afecta a una persona de cada cien millones y que no conocen lo qué es dolor. En principio puede parecer una suerte, pero no te dejes engañar. Las personas afectadas tienen por delante una vida llena de enfermedades graves que les suelen llevar a la muerte.

Aspectos del dolor

Muchas veces, durante una enfermedad o una caída, desearíamos no sentir ese dolor que nos provoca un enorme sufrimiento. Cada vez que nos duele algo recurrimos inmediatamente a los fármacos para que el dolor desaparezca. Efectivamente, no queremos sentir dolor, y gracias a los avances médicos podemos paliar el sufrimiento que provoca.

Sin embargo, el dolor es una sensación necesaria, una respuesta de nuestro cuerpo ante algo que nos está lesionando. El dolor surge en el cerebro y nos avisa de un peligro, nos pone en guardia para poder reaccionar frente a una agresión a nuestro organismo.

Es cierto que la intensidad del dolor varía en cada persona por motivos físicos, pero también psicológicos. El umbral del dolor es diferente en cada persona, pero tenemos que empezar a considerar el dolor como un aliado que nos avisa de que algo no va bien.

La insensibilidad congénita

Las personas afectadas por esta enfermedad rara no conocen el dolor. Se trata de una enfermedad congénita. La causa es la mutación del gen encargado de transmitir a las neuronas los impulsos nerviosos que detectan el dolor. El cerebro no puede entonces mandar las señales que necesita nuestro cuerpo para avisarle de que está sufriendo algún daño. A veces, esta enfermedad va acompañada de una anhidrosis, que es la incapacidad para sudar, por lo que se han dado muchos casos de muertes por golpes de calor.

Como enfermedad rara, la insensibilidad al dolor es difícil de diagnosticar, pero los primeros años de una persona son cruciales en esta enfermedad, período que muchos de los afectados no logran superar. Al no tener la capacidad de sentir dolor, los afectados pueden autolesionarse y obviar los problemas derivados de sus lesiones. Además es muy difícil diagnosticarles alguna enfermedad puesto que su cuerpo no les avisa.

Son frecuentes en niños con esta enfermedad las lesiones graves como las mordeduras en la lengua o en otras partes del cuerpo, además de infinidad de traumatismos, pues no notan ningún signo de dolor. Las historias particulares de las familias con algún miembro que padece esta enfermedad son tristemente espectaculares. Series televisas de gran éxito como Anatomía de Grey o House han tratado en algún capítulo el tema de la insensibilidad congénita al dolor y muestran historias desgarradoras, porque es muy difícil hacer frente a esta enfermedad.

Más triste es aún cuando la persona afectada se ve obligada a mostrar al público su enfermedad como un espectáculo circense. Es el caso de un niño de Pakistán que se clavaba dagas en su cuerpo sin inmutarse ante un público callejero. Para estas personas la incapacidad de sentir dolor, algo que todos hemos deseado en algún momento de nuestras vidas, supone un auténtico infierno, más aún cuando la enfermedad no tiene tratamiento alguno.

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