Historia de amor en el instituto: enamorarse entre libros y apuntes

Laura Sánchez, Filóloga

El primer día de curso llegó el nuevo compañero, Alex. Por su condición de hijo del también nuevo profesor de ciencias, el chico inspiraba a los demás una mezcla de respeto, admiración, envidia y curiosidad, así que no lo tenía demasiado fácil para hacer nuevas amistades. Ese primer día de clase, Alex centró toda su atención en la chica que tenía al lado, porque su corazón le dijo que se encontraba ante el amor de su vida. El curso escolar presagiaba una gran historia de amor.

Amor entre compañeros de clase

La chica perfecta en cuestión se llamaba Daniela y no le costó mucho tiempo devolverle a Alex todas las atenciones. Y es que Daniela también se había enamorado a primera vista. Pero no de Alex, sino de su padre. Se había enamorado del nuevo profesor de ciencias. A Alex le consideraba como una oportunidad para acercarse más a su amor.

Así, Daniela se dejaba querer, se reía con Alex, le seguía la corriente con las notitas de amor que le pasaba por debajo de la mesa y acabaron forjando una complicidad digna de la pareja más unida. Alex apenas podía creer su suerte. Daniela le sonreía, le buscaba en el recreo y hasta quedaban después de las clases para estudiar juntos. ¿Estaban saliendo? No lo habían hablado, pero era lo más parecido que había tenido a una novia.

Aún así, no se atrevía a darle a Daniela ese primer beso que tanto anhelaba. Lo había intentado un viernes por la noche en la bolera, después de haber pasado la tarde juntos en la biblioteca y haber notado el contacto de sus rodillas y la sonrisa de Daniela. También lo intentó una tarde en el parque cuando tiraron los apuntes al aire en un ataque de rebeldía. Lo había intentado varias veces, pero en el último momento, cuando sus rostros se acercaban demasiado, siempre ocurría algo y Daniela se alejaba.

Amores no correspondidos

Daniela le insistía una y otra vez en abandonar la biblioteca o el parque y quedar en casa de Alex para estudiar. Pero el chico no estaba por la labor de llevar a Daniela a su casa. Y eso que su padre le había preguntado varias veces por su nueva amiga. Era precisamente ese interés de su padre lo que hacía que Alex quisiera guardar sus momentos con Daniela para él solo.

Alex sabía perfectamente lo que su padre provocaba en sus alumnas, lo había vivido los dos curso anteriores. Porque el profesor de ciencias era el típico profesor de instituto que ocupa los sueños de las alumnas adolescentes y, además, se encontraba muy cómodo en su papel de amor platónico. Tan cómodo que Alex intuía que más de una vez había traspasado el umbral de amor platónico con alguna de sus alumnas. No permitiría que ocurriera lo mismo con Daniela.

Pero ocurrió. Daniela no se daba por vencida tan fácilmente y si Alex no quería llevarla a su casa, ella misma iría. Fue un sábado por la tarde, que en lugar de llamarle, se presentó directamente en su casa. Alex no estaba, pero su padre la recibió con una enorme sonrisa. Las tres horas que Daniela pasó en casa del profesor de ciencias, nunca las olvidaría. En cambio, pronto olvidó a Alex, con el que no volvió a quedar desde aquel día.

 

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