Mojarse o refrescarse para evitar el dolor de cabeza

Marta Valle

Los dolores de cabeza son tan habituales que tendemos a pensar que forman parte de nuestra vida. Sin embargo, este tipo de dolencias, como cualquier otra, cumplen una función muy concreta que es la de avisarnos de que algo va mal en nuestro cuerpo. Tanto las cefaleas como las jaquecas comunes o, incluso, las migrañas pueden estar generadas por estrés, depresión, consumo excesivo de alcohol, cafeína o tabaco, deshidratación, insolación o como síntoma de algún tipo de enfermedad más grave. Dados estos casos, nuestro principal objetivo va a ser intentar combatirlos de forma que no se reproduzcan continuamente.

El agua puede aliviar el dolor de cabeza

El dolor de cabeza puede ser aliviado a través de la aplicación tanto de frío como de calor en la zona afectada. La terapia de frío, ya sea mediante la utilización de bolsas de hielo o de compresas mojadas con agua fría, disponen una suerte de efecto anestésico natural al suscitar que los vasos sanguíneos se contraigan y, en definitiva, la inflamación se disipe. Por otro lado, contamos con la terapia de calor, usando un método muy similar al mojar compresas con agua caliente, que puede servir para relajar el área afectada si nuestro dolor de cabeza está causado por el estrés o por una excesiva tensión de los músculos de la cara, el cuello o los hombros.

Son variadas las formas en que tanto las terapias de frio como las de calor pueden ser aplicadas. Existen geles en el mercado, que pueden ser almacenados en los refrigeradores de nuestros domicilios, pueden usarse toallas empapadas de agua o compresas de tela. La acción del agua puede verse complementada y potenciada por el uso de hierbas como la valeriana, la manzanilla o la lavanda, aunque siempre debemos contar con el consejo de nuestro médico de cabecera en estos casos puesto que algunas plantas pueden interactuar negativamente con algún medicamento que estemos tomando.

Hay que evitar aplicar tanto el frío como el calor directamente sobre la piel o recién salido del microondas (si hemos calentado) o del congelador (si hemos enfriado), puesto que puede producir irritación y heridas sobre nuestra dermis. Podemos utilizar este método en cualquier momento y sin límite de aplicaciones, aunque conviene dejar transcurrir unas horas entre usos para conseguir un efecto más beneficioso sobre nuestras jaquecas.

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