Leyenda mexicana de Tepoztécatl: lección de superación y supervivencia

La historia de un héroe mexicano capaz de superar cualquier obstáculo de la vida

Azucena Zarzuela, Periodista
En este artículo
  1. Tepoztécatl: un verdadero héroe mexicano
  2. Una leyenda mexicana que habla del afán de superación y del instinto de supervivencia

A través de las leyendas podemos explicar el mundo de una manera menos científica, pero más onírica, emocional y sensitiva. La tradición mexicana nos susurra bellos relatos donde las fuerzas de la naturaleza juegan en igualdad de condiciones a las fuerzas y dominios del hombre. El mundo no puede ser tan prosaico, debemos darle libertad a nuestra imaginación. Y es que, de vez en cuando, debemos dejarnos envolver por la magia y, aunque la realidad siempre acabe imponiéndose, adentrarnos en el mundo de la fantasía con sus poderosos dioses.

¿Preparada para dejar de lado prejuicios y razonamientos científicos con el fin de acompañarnos en un viaje sobrenatural y sobrehumano? ¡Vamos allá! En Diario Femenino te presentamos la leyenda mexicana de Tepoztécatl, toda una lección de superación de obstáculos y supervivencia. ¡Te encantará!

Tepoztécatl: un verdadero héroe mexicano

La mitología ancestral nos habla de una joven doncella que sin haber conocido carnalmente a hombre alguno fue un día a bañarse al arroyo de Axitla, al pie de la montaña de Ehcatepetl, morada del dios de los Vientos. Éste acarició su joven cuerpo y la envolvió, depositando en su vientre su semilla. Ahora la deshonra buscaba una venganza.

El padre de la doncella no podía dejar pasar por alto la afrenta de los dioses y, ofendido por la deshonra hecha a su familia, decidió deshacerse del pequeño tras su nacimiento. Todo lo intentó, pero el destino del recién nacido siempre rehuía a la muerte.

El pequeño fue abandonado en un hormiguero para que éste fuera devorado por las hormigas. Sin embargo, estas pequeñas y negras criaturas, en lugar de poner fin a sus días, le cuidaron y le alimentaron. Al día siguiente persistiendo en la atrocidad, le dejó entre las pencas de un maguey (planta espinosa), donde en lugar de sacudirle y desgarrarle, le mecieron amorosamente. Fue arrojado contra unas rocas desde un acantilado, pero el viento lo depositó suavemente sobre una llanura.

El abuelo no se daba por vencido en su empeño. Y así fue como sucumbiendo a la frustración, el bebé acabó en una caja depositada en el río para que las aguas le alejaran de la familia corriente abajo. La treta tampoco consiguió su propósito. Desesperado, optó por regalar al pequeño a un matrimonio anciano que siempre había deseado tener entre sus brazos a un hijo.

Tepoztécatl encontró así a una familia que sólo supo darle amor. El niño crecía sano y fuerte ante la atenta mirada del pueblo. Sólo dos cosas pidió a sus nuevos padres: unas sandalias con las que recorrer las tierras y un arco con el que asegurar la comida a su familia. La magia y el desarrollo de sus dones estaban a punto de entrar en juego. Y es que un día, el pequeño disparó una flecha al cielo y este le agasajó con un ciervo, un conejo y una paloma. La sorpresa de su hazaña pronto se supo y recorrió la vecindad entre murmullos.

Una leyenda mexicana que habla del afán de superación y del instinto de supervivencia

En aquellos tiempos vivía un gigante llamado Xochicálcatl, que según recuerda la memoria de los más ancianos, sólo se alimenta de personas, siendo sus víctimas favoritas los más mayores del lugar, por aquello de que ya no servían para trabajar. Los días pasaban y los servidores de esta bestia colosal acabaron por llamar a las puertas del hogar de nuestro protagonista reclamando la vida de sus padres para el sacrificio. Tepoztécatl no podía dejar morir a quienes tanto amor y cariño le habían dado. Negoció y cambió su suerte por la de sus padres. Total, el gigante solo quería saciar su apetito.

El joven acabó en un horno, no sin antes haber exigido que fuera devorado entero. El fuego obró la magia y la piedra de obsidiana que había recogido en el camino a su destino hizo el resto. El joven pasó por varias transformaciones (un gavilán, un venado…) antes de acabar en el estómago de su verdugo. Pero poner fin a Tepoztécatl no iba a ser tan fácil. El gigante pronto sintió fuertes dolores en las entrañas. La muerte le acechaba. Con la piedra desgarró las vísceras del coloso y nuestro protagonista volvió a renacer.

Sin embargo, su proeza no consiguió el cariño y respeto de la gente. Pese a que viajó a Cuernavaca huyendo de la maldad que le perseguía, el pueblo le siguió para darle caza. De nuevo, la magia y su don para la supervivencia salieron en su ayuda. Con su orina creo un cerco para alejar e impedir el paso a sus perseguidores (así se cuenta que nació la garganta que atraviesa la zona), lo que le dio el tiempo necesario para huir al monte Tepoztlán donde tras pasar un tiempo escondido regresó a su hogar para reencontrarse con sus padres. Misteriosamente, algo había cambiado, porque ahora fue recibido con estima, hasta el punto de ser nombrado Señor de Tepoztlán. Tepoztécatl gozó al fin de reconocimiento y ostentó los títulos de Sacerdote del Dios Conejo y de Héroe de la región de Morelos. Muchas piedras tuvo que sortear en su camino, pero al final se impuso su destino.

¿Conocías la leyenda mexicana de Tepoztécatl? ¿Qué te ha parecido este relato y su moraleja ('con ganas y tesón puede superarse cualquier obstáculo')? ¿Conoces alguna otra leyenda mexicana? ¡Compártela con nosotras en los comentarios!

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