La Monja de la Catedral: leyenda mexicana de amor que acaba en tragedia

Un historia de amor en Durango (México) que no tiene final feliz

Azucena Zarzuela, Periodista
En este artículo
  1. La triste leyenda mexicana de la Monja de la Catedral de Durango
  2. Una historia de amor sin final feliz...

Qué bonito es el amor cuando se vive en libertad. Pero muchas de las historias de amor que hemos heredado de nuestras abuelas están escritas en clave de tragedia. Lejos del mundo Disney donde siempre se impone el ‘Happy End’, la realidad de los enamorados, y más si nos remontamos siglos atrás, está llena de largas ausencias, frustración, amores secretos, pasiones escondidas y muchas lágrimas.

Esos son los ingredientes que nos recuerda la leyenda mexicana de la Monja de la Catedral de Durango. Pero vayamos al principio.

La triste leyenda mexicana de la Monja de la Catedral de Durango

Beatriz, como en la mayoría de los mitos, era una bella joven con buena educación. Vivía felizmente con su familia cerca del templo religioso. Y como muchas jóvenes de la época (mediados del siglo XIX), decidió jurar los votos e ingresar en un convento. Sus padres sólo deseaban verla feliz, y si la felicidad de su hija pasaba por estar casada con Dios, ellos no tenían nada que decir. Así fue como su padre donó toda su fortuna al monasterio, además de haber pagado previamente una gran dote por su única hija.

Sin embargo, eran tiempos convulsos. Mientras las tropas francesas invadían y se adueñaban de las haciendas mexicanas, la Reforma también afectó a los intereses del clero, que tuvo que clausurar conventos e instituciones religiosas. Fue así como Beatriz tuvo que retornar a su casa. Pero la felicidad de su hogar hacía tiempo que había salido por la ventana. Su madre había muerto y su padre estaba muy enfermo. Y, tras la muerte de éste, nuestra protagonista tuvo que hipotecar lo último que le quedaba: la casa familiar. Sus rezos solo se orientaban hacia poder volver a la vida monacal.

Mientras los días pasaban envueltos en lágrimas, Beatriz no sabía que la luz de la alegría pronto llamaría a su puerta. Y es que todos los días, las tropas francesas desfilaban frente al convento y la casa de la joven. Esta, desde la ventana, miraba con gracia a un soldado francés. Su suerte quiso, que una tarde, el joven, llamado Fernando, tocara a su puerta pidiendo ayuda, pues la resistencia mexicana les había tendido una emboscada y entre tanto fuego cruzado una bala le había alcanzado.

Beatriz no sólo se entregó en la cura, también entregó su cuerpo y su alma al soldado Fernando. Ambos se enamoraron y la guerra que se libraba de puertas para fuera parecía que aconteciera a gran distancia. Pero la vida, siempre nos da una de cal y otra de arena.

Una historia de amor sin final feliz...

La triste historia de amor de la Monja de la Catedral de Durango

Napoleón III decidió retirar sus tropas de tierras mexicanas. Los jóvenes amantes vivían entonces sin hallar consuelo. Por un lado, pensaban vivir su amor eterno encerrados en la casa, pero ambos sabían que el secreto no podría mantenerse eternamente en el tiempo y, además, supondría la deserción de Fernando del ejército con el consecuente deshonor y muerte si le encontraban algún día. Finalmente, la sensatez se impuso. Beatriz y Fernando se despidieron entre lágrimas con la promesa en los labios de que pronto se reencontrarían.

Fernando se unió a su tropa. En la retirada, el ejército mexicano les fue a la zaga. Mientras los primeros buscaban un lugar para esconderse, los segundos no pestañearon y abrieron fuego. Todos los soldados franceses fueron fusilados y, entre ellos, nuestro joven enamorado. Nunca podría cumplirse ya la promesa hecha.

Beatriz esperaba ansiosa el retorno de Fernando. Además, en sus entrañas crecía la prueba de su amor verdadero. Todos los días, la joven subía al campanario de la Catedral para otear el horizonte en busca de la señal que le indicara que Fernando volvía a sus brazos. Mientras su tripa aumentaba también crecía su desesperación. La hipoteca de la casa vencería en breve y ella se vería en la calle, pues embarazada como estaba sabía que ningún convento la acogería. Y su Fernando no llegaba para darle consuelo, amor y una solución.

Los días pasaban y se acercaba la tragedia. Una tarde, al abrir el sacerdote la puerta del templo religioso encontró el cuerpo de Beatriz tendido en el suelo sin vida, al parecer había caído desde el campanario, desde una altura de más de 30 metros. Sin saberse las causas, las malas lenguas hablan de que la joven se precipitó al vació antes de que naciera su hijo sin padre. Y es que, la espera eterna resultó ser muy larga para la joven y, la mejor manera de volver a reencontrarse los amantes, era en el mundo de los muertos. No obstante, desde entonces, hay quien asegura ver en los atardeceres la silueta embarazada de una mujer en el campanario de la Catedral de Durango.

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