Mentir perjudica nuestra salud. Pero, ¿por qué mentimos?

Napoleón Fernandez

Desde pequeños nos han enseñado que no se debe mentir. Sin embargo, la mentira forma parte de nuestro día a día y la mayoría de las veces no nos damos cuenta. No sólo decimos mentiras en forma de silencios cuando deberíamos aclarar algo. Mentimos poniendo excusas falsas para no quedar mal ante nuestro interlocutor si hemos llegado tarde, si no queremos quedar a tomar una copa, si no queremos hacerle un favor... Pero estas mentiras perjudican nuestra salud.

Mentir perjudica la salud

Al menos así se concluye de los resultados de un estudio realizado por una universidad estadounidense donde se trabajó con dos grupos experimentales. Uno de los grupos tenía instrucciones para ser honesto y sincero en todo momento, por lo que tenía que abstenerse de decir mentiras. El otro grupo se comportó normalmente sin ninguna pauta acerca de mentir.

Tras diez semanas de estudio se comprobó que el grupo de los que no mintieron habían mejorado su estado de salud de forma considerable. Tenían menos dolores de cabeza, menos irritaciones de garganta y estaban menos tensos, por lo que también mejoraron sus relaciones con las personas de su entorno.

Parece ser que mentir provoca una enorme tensión emocional que puede generarnos graves problemas a nivel psíquico relacionados con la autoestima y la sociabilidad. Y posteriormente, esos desarreglos emocionales se trasladarán al plano físico.

¿Por qué mentimos?

Sabiendo que la mentira afecta a nuestra salud emocional y física, nos preguntamos ¿por qué mentimos? Por suerte, la mayoría de las personas se consideran sinceras y utilizan la mentira como un acto instintivo que forma parte de los convencionalismos sociales. Cuando nos encontramos con una persona conocida que nos pregunta "¿qué tal?", nuestra respuesta inmediata suele ser "bien", independientemente de cuál sea la realidad. Y esto que no consideramos una mentira en sí, sino una respuesta de cortesía vacía de significado, es lo que muchos psicoterapeutas quieren que cambiemos para empezar a decir las cosas que realmente sentimos y establecer relaciones más sinceras y auténticas con nosotros mismos y con los que nos rodean.

Hay otras muchas ocasiones en las que incluso las personas sinceras suelen mentir. Seguro que más de una vez has "exagerado" acerca de tus habilidades, o te has preocupado de omitir alguna información para resultar más agradable a la persona que tenías delante. Se trata en este caso de una tendencia casi inevitable para proteger nuestra imagen frente a los demás. En muchos casos, también recurrimos a estas mentiras en una entrevista de trabajo, o en una negociación, etc.

Las mentiras piadosas son también un recurso muy utilizado para no provocar dolor en otra persona. ¿Cuántas veces le hemos dicho a nuestra amiga que su nuevo corte de pelo le sienta genial? Y esos adornos que nos añadimos cuando estamos empezando a salir con alguien para resultar personas más interesantes y atractivas, si, pero que al final acaban convirtiéndote en una persona que no eres. Eso también es mentir.

Pero lo cierto es que la mayoría de las veces que mentimos, exceptuando a los mentirosos compulsivos, mentimos por una especie de necesidad, así que nos va a resultar muy difícil cambiar de actitud y empezar a decir las cosas tal y como son. Pero podemos intentarlo, ¿no?

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