Dolor de cabeza por preocuparse demasiado: ¿vas a seguir así?

Marta Valle

Los dolores de cabeza no tienen por qué disponer de un fundamento físico cada vez que se materializan en nuestro organismo, impidiéndonos realizar nuestra vida diaria con normalidad. Esta clase de patologías pueden tener también un origen anímico. La tristeza, la desmotivación o las preocupaciones causan tensión cuando se presentan, y éstas no sólo pueden generar trastornos a nivel emocional, como la depresión o la ansiedad, sino que también pueden presentarse a través de manifestaciones físicas que pueden abarcar dolencias tales como problemas digestivos, musculares o las mentadas cefaleas.

La preocupación provoca dolores de cabeza

Una de las claves fundamentales cuando nos enfrentamos a dolencias físicas causadas por anomalías emocionales, tales como la preocupación, va a ser nuestra capacidad de relativizar los problemas para conseguir relajarnos. Por lo que la canalización de la ayuda externa a la que podamos recurrir, dado el caso, tiene que disponer como objetivo la consecución de un estado óptimo de relajación y bienestar con nosotras mismas. De lo contrario, podemos llegar a enfrentarnos a multitud de problemáticas que pueden llegar a minar de forma considerable y progresiva nuestra moral, creando un círculo vicioso de difícil salida.

Las pacientes que se presentan ante sus respectivos médicos con trastornos emocionales tales como la preocupación o la tristeza, pueden presentar como consecuencia una amplia variedad de síntomas de carácter físico. Este reflejo físico de nuestro estado psicológico puede materializarse en dolores corporales crónicos, problemas para comer, problemas para dormir adecuadamente, la disminución del deseo sexual y la aparición de una dolencia como la cefalea crónica que puede marcarnos negativamente durante muchos meses.

Las jaquecas que cohabitan con los síntomas anímicos mentados son considerados dolores de cabeza tensionales. Éstos pueden estar causados por el exceso de tensión en los músculos que rodean el área afectada, tales como hombros, cuello o cuero cabelludo. De esta forma, una terapia física en conjunción con un tratamiento psicológico puede pasar por la solución más eficaz, aunque la última palabra al respecto debe tenerla el especialista médico, al que deberemos acudir si notamos que estamos ahondando en síntomas emocionales.

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