Depresión inhibida: cuando la depresión te paraliza

Laura Sánchez, Filóloga

Conocemos bien la mayoría de los síntomas de la depresión, como la apatía, la falta de interés, la tristeza, la angustia y la transformación de la realidad. Porque la depresión te lleva a comportamientos irracionales dominados por la negatividad, el pesimismo y la falta de autoestima.

Y también conocemos bien algunas de las consecuencias de sufrir una depresión, como la destrucción de la personalidad, la pérdida del empleo, los problemas familiares y hasta la exclusión social. Porque esa fatiga, ese cansancio vital y esa negatividad producen la supresión de cualquier actividad, algo que se aprecia con más claridad cuando hablamos de la depresión inhibida.

Parálisis de las actividades diarias en la depresión inhibida

La depresión inhibida se caracteriza por una reducción de las actividades diarias, de cualquier actividad que implique movimiento, por lo que estamos hablando de una supresión total de la actividad que suele producirse paulatinamente. La persona que sufre depresión inhibida va dejando de hacer las cosas por el esfuerzo que le supone.

Cuestiones como ir al trabajo, a la compra, realizar las tareas domésticas o acudir a un acto social se convierten en irrealizables por la inhibición de la actividad psicomotora. Estamos hablando de una persona enferma de depresión que, poco a poco, va perdiendo las fuerzas y las ganas y acaba postrada en el sofá descuidando incluso su aseo personal.

En este tipo de depresión inhibida suele hablarse de falta de motivación, de apatía, de desgana y de pérdida de ilusiones. Pero lo ocurre realmente es una falta total de perspectiva, algo que no podemos cambiar más que un tratamiento psicológico, como por ejemplo la terapia cognitiva, que incluye una reeducación del comportamiento.

Inhibición del pensamiento en la depresión inhibida

Pero la inhibición psicomotora no es la única que aparece en este tipo de depresión. También se observa una inhibición del pensamiento, que en principio puede pasar por una falta de interés hacia cualquier cosa, pero que en realidad se trata de un focalización excesiva del yo y del trastorno depresivo.

Cualquier cosa que no sea el análisis de lo que está ocurriendo, del sufrimiento que provoca la depresión o de la parálisis inevitable, no es de interés para la persona que está sufriendo una depresión inhibida. También son inevitables los reproches a una misma, la culpabilidad, la sensación de fracaso y la inseguridad, formando un peligroso cóctel con grave riesgo de suicidio.

Y es que si por algo se caracteriza la depresión inhibida es por esa distorsión tremenda de la realidad, llegando a conclusiones imposibles de sobrellevar. Una vez más, y sin dejar de lado el tratamiento farmacológico, se impone una terapia psicológica para ayudar a transformar el pensamiento negativo.

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