¿Se sienten las mujeres más culpables que los hombres?

Napoleón Fernandez

Cada persona reacciona de manera distinta ante la culpa. Los expertos aconsejan no obsesionarse con el perdón, moderar las reacciones ante un acto negativo y saber olvidar lo antes posible. En la práctica, sin embargo, las cosas no son tan fáciles y el exceso de conciencia puede llegar a ser patológico.

Nadie está libre de cometer un error, formular juicios injustos o actuar de manera equivocada. A veces, sin querer, hacemos daño incluso a los seres más queridos. Cuando eso sucede es muy probable que nos invada un profundo sentimiento de culpa y que afloren los remordimientos.

En esta situación no es bueno preocuparse demasiado, de hecho, todos nos hemos sentido culpables más de una vez. El problema empieza cuando esas sensaciones exceden los límites normales y no podemos afrontarlas con naturalidad. Es ahí cuando la culpa se convierte en un sentimiento dañino pues reduce la autoestima, perjudica seriamente la calidad de vida, mina las relaciones de pareja y hasta puede afectar el bienestar físico.

La culpa es una fuerza social

La culpa es una fuerza social necesaria y gracias a ella han nacido muchas de las leyes que regulan el comportamiento de las sociedades modernas. Es parte imprescindible de la humanidad y quienes carecen de ella padecen desordenes de la personalidad, son los conocidos antisociales o psicópatas. A nivel individual es una herramienta emocional positiva que nos indica cuando algo va mal.

Este sentimiento es creado por los seres humanos producto de la violación de sus valores, así lo define la Asociación para el Estudio del Disfrute (ARISE), que estudia la relación entre culpa, placer y salud. Según su director, el profesor de psicofarmacología David Warburton, la culpa es un agente estresante que pone en marcha los mecanismos bioquímicos del estrés y como está relacionada con una acción pasada, sólo puede aliviarse con la reparación o, en algunas religiones, con la confesión.

Se ha demostrado que mientras más rígidas son las sociedades, mayor será la sensación de culpabilidad que genera entre sus miembros tal como ocurrió en varios momentos de la historia con los judíos ortodoxos, por ejemplo. También es interesante que, según encuestas aplicadas por ARISE, las mujeres suelen sentirse más culpables que los hombres, incluso ante situaciones similares. Esto explica muchas de las conductas asociadas también al perdón, donde las féminas solemos comportarnos de manera más compresiva.

La culpa evita el placer de la mujer

La culpa evita el placer y se vuelve patológica cuando interfiere en el comportamiento normal de la persona. En ese caso es necesaria una terapia. Pero como si no bastara, actualmente se propagan nuevas leyes, afortunadamente no escritas, vinculadas a la salubridad que ciertos sectores poblacionales vulnerables las asumen con tal pasión que ha devenido casi en religión y son una fuente cotidiana de insatisfacciones y culpas.

Esta nueva piedra filosofal hace mucho daño pues divide a las actividades humanas en fuentes de salud o de enfermedades, tal como algunas religiones nos dicen qué es virtuoso y qué condenable. La nueva secta de la salubridad crece peligrosamente entre las clases medias occidentales para quienes el culto a la salud se ha convertido en su camino a la salvación.

Los pecados de hoy son fumar, beber, no hacer footing, no ir al gimnasio o ingerir "comida chatarra", por ejemplo. Ciertamente son estos hábitos de vida que hemos cuestionado incluso desde este blog, pero el problema está en la conducta que asumimos con respecto a ellos. Nunca le hará bien sentirse culpable tras cada bocanada de humo, ni tras cada copa. Sí, es importante tomar conciencia del daño que se hace a su usted mismo en primer lugar, pero sin obsesionarse con el tema. Lo peor que puede ocurrirle es que enferme corriendo tras la salud.

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