No somos tan transparentes como pensamos

Laura Sánchez, Filóloga

Muchas veces creemos que por nuestra expresión facial y corporal la gente puede conocer nuestro estado de ánimo y eso hace que nos sintamos inseguras. Y es que el lenguaje corporal es cierto que dice mucho de cómo nos sentimos en ese momento y seguro que has leído más de un artículo en el que te enseñan a saber lo que otra persona está diciendo con su postura corporal. Entonces empezamos a temer que no podemos esconder nuestros verdaderos sentimientos en esos momentos en los que no los queremos mostrar. Tranquila, porque no es algo tan evidente para los demás.

Hablar en público sin demostrar nerviosismo

Uno de los momentos en los que más se hace patente el temor a que los demás perciban nuestro nerviosismo es cuando tenemos que hablar en público o dar un discurso. La oratoria se trata, en efecto, de una de esas habilidades que hay que dominar en determinados ámbitos laborales y cuya importancia ya conocían griegos y romanos. Y es que es inevitable ponerse nerviosa cuando tenemos que hablar en público, pero ese temor a pensar que los oyentes pueden detectar nuestra inseguridad hace que nos pongamos más nerviosas todavía.

Hay un gran número de estudios que demuestran que nuestro nerviosismo interior o nuestra inseguridad no son tan evidentes para los demás como creemos. A no ser que haya un cambio importante en el tono de voz, con un temblor excesivo o unos movimientos gestuales desacompasados del discurso, lo normal es que los oyentes no perciban nuestro nerviosismo.

Y esto es algo que deberías creer porque cuanto más convencida estés de que la gente no puede notar tus nervios, más tranquila lo harás. Puedes hacer la prueba llevando a gente de tu confianza la próxima vez que tengas que hablar en público. Después de tu intervención, pregúntales sus impresiones acerca de tu estado de ánimo y verás cómo es cierto que no han podido percibir tu inseguridad.

Una transparencia no tan clara

Los psicólogos llaman a esto la ilusión de la transparencia, porque tendemos a pensar que somos transparentes y que los demás pueden percibir nuestros sentimientos claramente. Sin embargo, esto no es así, y no es tan fácil saber lo que está pasando por la mente de otra persona a través de su expresión facial o corporal. Esto es algo que también tenemos que tener en cuenta en esas ocasiones en las que no decimos lo que pensamos pero esperamos que los demás entiendan el verdadero sentido de nuestras palabras.

Ocurre mucho ahora en la era de Internet. La comunicación vía correo electrónico o redes sociales es cada vez más frecuente en nuestras vidas tanto a nivel laboral como personal. Y hay muchas conversaciones que terminan en malentendidos porque cuando tu escribes algo sabes perfectamente el tono que le quieres dar a la frase, sin embargo, la persona que lo recibe carece de esa información interna adicional y puede inducir a error. Por suerte, un medio para evitar las confusiones en el lenguaje en Internet son los emoticonos, que intentan relejar, en la medida de lo posible, el estado de ánimo y la intención de la persona que está escribiendo.

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