El mejor regalo para el Día de la Madre: un subidón de autoestima

Ellas hacen todo por nosotras sin pedir nada a cambio

Laura Sánchez, Filóloga
En este artículo
  1. Lo que vale una madre
  2. La autoestima de una madre

Se acerca el Día de la Madre y este año queremos hacerle un regalo muy especial. Porque la madre es esa mujer que nos ha dado la vida, la nuestra y la suya, que se ha olvidado de ser ella misma para educarnos, cuidarnos y protegernos. Es muy frecuente que, con el paso de los años, la madre pierda seguridad en sí misma por haberse dedicado durante toda su vida a otras personas. Por eso queremos hacerle un regalo en forma de un subidón de autoestima.

Lo que vale una madre

Si las madres afirman que sus retoños son lo más importante de su vida, nosotras, que somos esos retoños, no vamos a ser menos. La madre es nuestro más preciado tesoro. Tal vez ella no sea consciente de su valía, tal vez se olvidó de sí misma porque su prioridad eran sus hijos. Tal vez no sabe que es una figura imprescindible en nuestra vida.

Porque una madre se esfuerza por darnos lo mejor, nos enseña a ser mejores personas, nos traslada sus valores y nos prepara para la vida. Una madre dedica todas sus fuerzas a apoyarnos, a recomponernos cuando nos rompemos, a levantarnos cuando nos caemos. Se trata de un trabajo a jornada intensiva que dura las 24 horas del día, todos los días del año, todos los días de su vida.

Con esta dedicación es muy frecuente que, cuando los hijos se hacen adultos, cuando se independizan y se marchan de casa, la madre se quede abatida, perdida y confundida porque ya no sabe qué papel juega. Debemos advertir a todas esas madres: una madre siempre hace falta.

La autoestima de una madre

La autoestima de una madre puede verse perjudica por su dedicación constante. El servicio a los demás es una actividad muy gratificante, como bien saben quienes hacen voluntariado. Pero el servicio a los demás no debe ser una excusa para olvidarse de una misma. Cierto es que para una madre lo más importante en el mundo son sus hijos y entendemos que el cuidado de esos hijos es la prioridad. Pero las prioridades no han de ser necesariamente excluyentes.

Esas madres que nunca nos abandonarían, son muy capaces de abandonarse a ellas mismas. Y ese abandono termina pasando factura. En un momento u otro de su vida, las madres solo se reconocen como madres, como si su personalidad como individuos hubiera desaparecido con la maternidad. Un error común de las que es tarea nuestra sacarlas.

A todas esas madres tenemos que decirles que son un auténtico tesoro, como madres y como personas. Y que las queremos ver enteras, confiadas y seguras. Con confianza en el futuro y con la seguridad de haberlo hecho muy bien. Pero sobre todo las queremos ver sonriendo, felices, satisfechas de ellas mismas y de su reflejo, que somos nosotras.

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