Depresión por violencia: la agresividad que conduce a la depresión

Laura Sánchez, Filóloga

Vivir en un ambiente violento también puede ser causa de depresión. Nos referimos tanto a vivir en barrios o ciudades conflictivos donde la delincuencia es elevada y, por lo tanto, el nivel de inseguridad es enorme, como a vivir en una casa dominada por el terror, la violencia o la agresividad. Violencia o agresividad, en definitiva, el miedo es el que genera la depresión.

La violencia genera depresión

Son muchas las persona que, por diferentes motivos, se encuentran viviendo en lugares peligrosos, donde la violencia y la delincuencia están a la orden del día y donde no se pueden sentir seguros ni en sus propias casas. Aunque esta situación de inseguridad está más relacionada con los trastornos de ansiedad, la depresión también es un derivado muy frecuente.

Sin embargo, es en el ámbito doméstico donde más casos hay de depresión por violencia. La violencia de género sigue proporcionando datos escalofriantes de mujeres asesinadas por sus parejas, pero antes de llegar a esta situación, esas mujeres han estado pasado por un largo infierno de terror y depresión.

Sin llegar a los casos extremos, simplemente con tener un ambiente familiar hostil, con gritos, discusiones y peleas continuas entre los miembros de la familia, puede llevar a una persona a la depresión. En este caso, son los niños quienes más vulnerables están a los trastornos depresivos cuando crecen en un ambiente de violencia o agresividad.

Los riesgos de la depresión por violencia

Uno de los principales riesgos de la depresión por violencia es su falta de diagnóstico. Muchos de los casos de depresión que surgen en ambientes violentos, ya sean familiares o sociales, se quedan sin diagnosticar, porque estas personas suelen tener problemas más acuciantes que acudir al médico cuando se sienten decaídos. Pero tenemos que recordar que las consecuencias de sufrir una depresión sin diagnosticar durante años son nefastas y pueden llegar a destruir la vida de la persona que lo sufre.

También nos preocupa la depresión en esos niños que crecen en ambientes violentos, a los que médicamente no se presta la suficiente atención. Como en el caso de los adultos, suele ocurrir que los trastornos emocionales se dejen en un segundo plano, quitándoles importancia, como si no dependiera de ellos también la salud física y, en definitiva, la calidad de vida.

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