Cereales integrales: dieta de pueblos milenarios

Napoleón Fernandez

Cada día son más los estudios que nos remiten a los hábitos alimentarios como los responsables de muchas de las enfermedades que padecemos. Que si mucho dulce, posible diabetes; que si muchas grasas, colesterol alto y por tanto hipertensión, cardiopatías, hepatopatías...bla, bla, bla... Y no les falta razón a médicos y especialistas, pero en medio de tanta información nos perdemos y terminamos preguntándonos, en definitiva, qué debemos comer.

La buena alimentación es la más simple y natural posible

Muchas veces estos estudios son manipulados y puestos en función del mercado. Se necesitan instituciones responsables y comprometidas solamente con la salud de las personas que nos indiquen, más o menos, por dónde anda la verdad. Pero mientras tanto es buena idea mantener activas nuestras mentes y dejar actuar al sentido común que generalmente opta por alimentarnos de la manera más simple y natural posible, avalada siempre por las tradiciones de los pueblos que, después de incontables errores, acabaron aprendiendo la forma correcta de nutrirse.

Cereales Integrales

El trigo, por ejemplo, es el alimento principal de Europa; el arroz, el de Oriente; el maíz, el de los indios americanos; el trigo sarraceno, el del pueblo sarraceno asentado en Siberia y las regiones montañosas de Oriente. La quínoa era el favorito de los Incas; el mijo, de los Aztecas y Mayas y el sorgo, de los pueblos africanos.

En resumen, que sobre los cereales integrales y sus diversas maneras de cocción, descansa la dieta de esos pueblos milenarios. Y como en este Siglo XXI todo requiere de una explicación científica, aquí les va una de ellas:

La proporción Sodio/Potasio (Na/K según la simbología química) en esos alimentos básicos es relativamente similar a la del agua de mar, fuente de vida, y también a la que tienen los fluidos internos de los humanos, sean la sangre, la linfa o el líquido cerebral. El arroz integral, por ejemplo, tiene una proporción de 1 parte de Sodio (NA) por siete de Potasio (K), similar a la de la sangre y "coincidentemente" pocos platos hay tan provechosos como este de fácil y efectiva digestión.

La leche de soja en polvo, por ejemplo, tan de moda en estos tiempos, tiene la desmedida relación de 3 miligramos de sodio para 1680 miligramos, es decir una proporción de Na/K de 1/560. No es de extrañar entonces el suero ácido de la leche de soja y el bagazo de soja, sea altamente indigesto, formador de gas intestinal y también perjudicial para los riñones.

Y no es que la soja sea mala, sino que es preciso consumirla en la forma adecuada. El miso, por ejemplo, si es de buena calidad, y el shoyu natural, requieren de un proceso de fermentación que va desde 12 meses hasta 3 años, período en el que se modifica la acidez del poroto de soja y los lacto bacilos inducen cambios en las proteínas haciéndolas más fácilmente asimilables. Es por eso que el miso y el shoyu, son usados diariamente en todos los lugares de China, Japón y Corea, no así el grano en sus variantes más naturales.

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