Vitamina E: ¿consumes la necesaria?

Napoleón Fernandez
La deficiencia de vitamina E

Frecuentemente vemos en las etiquetas y pósteres publicitarios de artículos de cosmetología y peluquería, que los productos contienen vitamina E y eso los convierte en un gancho comercial por todo el mito tejido alrededor de esta sustancia ciertamente poderosa.

Sus virtudes llegan al punto de ser una de las vitaminas recomendadas a los atletas de alto rendimiento para prevenir lesiones. Pero más allá de esa función específica, se ha demostrado el fuerte poder antioxidante de la E al ser capaz de neutralizar los radicales libres, evitando la oxidación de células, proteínas, lípidos y material genético (ADN, ARN).

La vitamina E pertenece al grupo de las liposolubles, es decir, se disuelve en las grasas y se almacena en el tejido adiposo, el hígado y los músculos. En menor proporción se halla también en los órganos sexuales femeninos y masculinos y en las células de la sangre llamadas eritrocitos y plaquetas.

La vitamina E protege las membranas celulares

Ella protege las membranas celulares del sistema nervioso y cardiovascular, a los glóbulos rojos y a las células musculares. Así mismo, reduce la necesidad de vitamina A y favorece la acción de beta-carotenos, vitamina C y ácidos grasos poliinsaturados, impidiendo la formación de radicales libres (peróxidos). Por último, potencia el sistema inmunológico, respuesta demostrada luego del estudio en varios grupos humanos.

La vitamina E es un útil suplemento dietético para los fumadores pues la exposición al humo del cigarrillo, ya sea de manera activa o pasiva, ocasiona una importante disminución de ella en el cuerpo humano.

La deficiencia de vitamina E

La deficiencia de esta vitamina puede provocar la destrucción de los glóbulos rojos, degeneración muscular, algunos tipos de anemias, así como trastornos de la reproducción y neurológicos debidos a la mala conducción de los impulsos nerviosos. Uno de los desarreglos que ocasiona el síndrome de mala absorción, asociado a la digestión, es precisamente la carencia de vitamina E.

Ella se degrada fácilmente a partir de los aceites de oliva, de soja y de germen de trigo. También se puede obtener del germen de cereales o cereales de grano entero, de los vegetales de hoja verde y de los frutos secos.

Basta una ingesta de unas 10 cucharadas de aceite de oliva al día para tener el equivalente a los 10 ó 12 mg que necesita un adulto sano de esta vitamina. Esta porción es similar a dos cucharadas de aceite de girasol, o a dos puñados (50 gramos) de almendras o avellanas.

Es importante conocer que de ser preciso acudir a los suplementos orales de hierro y vitamina E, la ingesta de estos deben espaciarse al menos en 8 horas; y que en dosis elevadas puede aumentar la tensión arterial en personas que sufren de hipertensión. Es cardinal entonces auxiliarnos de un especialista que será siempre quien mejor podrá evaluar, y tratar, las causas de nuestros males.

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