Positivismo tóxico: el peligro de ser demasiado optimista

La trampa de la felicidad continua

Laura Sánchez, Filóloga
En este artículo
  1. Qué es el positivismo tóxico
  2. La psicología positiva frente a la positividad tóxica
  3. Las graves consecuencias del optimismo tóxico
  4. Cómo reconocer el positivismo tóxico

Entre los mensajes positivos en las redes sociales y los libros de autoayuda da la sensación de que si no eres feliz, es porque no quieres. Sé positivo, sé optimista, sé feliz. Y en el camino trata de silenciar todas esas emociones negativas que te impiden serlo. Si partimos de esta base, ya partimos de la base equivocada, porque ser feliz no es un estado constante de positividad, sino un aceptar lo bueno y lo malo que nos ocurre cada día. ¿Hay que ser optimista? Más te vale serlo. Pero cuidado con el optimismo desmedido porque te puede llevar a un positivismo tóxico. ¿Sabes lo que es? En Diario Femenino te lo explicamos.

Qué es el positivismo tóxico

Puede que en algún momento delicado de tu vida como en una ruptura, un despido o una enfermedad hayas encontrado el consuelo en el abrazo de una persona querida y en sus palabras: “todo saldrá bien”. Es una situación de lo más reconfortante y te puedes considerar una persona afortunada. Sin embargo, si el único mensaje que escuchas cuando estás mal es el de que “todo está bien”, “no le des tantas vueltas” o “no es para tanto”, seguramente tu malestar aumentará hasta límites casi insoportables. Hay que ser positivo, hay que ser optimista, pero sin perder de vista la realidad y sin intentar esconder las emociones negativas de ese momento.

Y eso es precisamente lo que hace el positivismo tóxico, negar las emociones que consideramos negativas, silenciar el malestar, ignorar (o intentarlo) lo negativo. Vivimos en una especie de tiranía de la felicidad en la que nos encontramos en la necesidad de sentirnos bien, de buscar el bienestar inmediato y de ser felices o aparentar ser felices por si acaso a fuerza de aparentarlo conseguimos llegar a serlo. Pero esto no funciona así.

Las emociones cumplen una función de vital importancia y es informarnos de cómo nos impacta lo que ocurre a nuestro alrededor y también en nuestro interior. Por mucho que huyas de ellas porque las consideres molestas, no podrás escapar de ellas. Al final encontrarán su propia manera de expresarse, generalmente en forma de dolencias físicas.

Y si negar tus propias emociones es perjudicial para ti mismo, mucho más lo es invalidar las emociones de los demás. La imagen de una persona que sufre depresión y se siente aún más aislada e incomprendida porque nadie a su alrededor valida su malestar es demasiado frecuente en nuestros días.

La psicología positiva frente a la positividad tóxica

Conviene no confundir esta positivad tóxica con la psicología positiva que tantos beneficios puede aportarnos. Conviene no confundir cerrar los ojos ante los problemas con prestarle más atención a todo lo positivo que nos ocurre cada día. La psicología positiva nos ayuda a encontrar una perspectiva vital más optimista, a darle más atención y, por lo tanto, más importancia a lo positivo y así reunir fuerzas para enfrentarnos a los problemas.

La psicología positiva no trata de esconder ningún problema, no huye de ellos, no se esconde, no mira para otro lado. Las emociones negativas están ahí, también son útiles y, por supuesto, son muy necesarias. Los obstáculos, las adversidades y los problemas nos impactan como seres humanos que somos y lo único que podemos hacer es aceptar lo que nos está ocurriendo para a partir de ahí buscar una solución o una mejoría.

Mientras que la psicología positiva valida las emociones que más nos perturban, la positivad tóxica intenta suprimirlas. Y decimos intenta porque a la larga, esta fantasía de positividad no funciona.

Las graves consecuencias del optimismo tóxico

No solo no funciona, sino que además acarrea unas consecuencias importantes. No se puede mantener una felicidad obligada a largo plazo, no se puede impostar el bienestar aunque tú mismo te lo creas. Antes o después, tus emociones saldrán a la luz. ¿Cuántas enfermedades de mayor o menor gravedad se encuentran en las consultas médicas cuyo origen se sitúa en reprimir las emociones?

Como el niño que se tapa los ojos para no ver y piensa que es un buen escondite, que así tampoco le verán a él, así el positivismo tóxico. Esta actitud, que a menudo despierta admiración y envidia hasta que se evidencian las consecuencias, agota física y mentalmente porque es lucha constante contra la realidad y contra la verdad.

Además, la positivad tóxica no permite desarrollar la resiliencia, que es la capacidad de superar las circunstancias difíciles a los que todos sin excepción nos enfrentamos en la vida. Por mucho que te digas a ti mismo “todo está bien”, la realidad se empeñará en mostrarte que no es así. Porque no todo está bien en tu vida, ni tiene que estarlo. Porque puedes estar mal y no pasa nada, porque puedes sentirte agotado y tomarte un descanso. Porque puedes sentir dolor por un hecho desgraciado y ponerte a llorar.

Cómo reconocer el positivismo tóxico

Las personas positivas, las que transmiten buenas vibraciones, las personas con las que te sientes a salvo y que aumentan tu bienestar en cuanto se acercan no son las personas que practican este positivismo tóxico. Cuando te encuentras con una persona que se ha instalado en esta actitud, lo notas enseguida porque tu energía baja según te va soltando sus frases positivas y motivadoras. A ti no te funcionan. Al contrario, te hacen sentir culpable.

Hay algunas señales que te ayudarán a reconocer la positividad tóxica en otras personas o en ti mismo como la actitud de fingir que todo está bien, la sensación de culpabilidad por experimentar malestar o emociones negativas, ignorar los sentimientos que no encajan en ese mundo feliz o incluso despreciar y hacer el vacío a las personas que lo están pasando mal.

Cuidado porque se puede hacer mucho daño con el positivismo tóxico, a uno mismo y a los demás. Cuidado porque una sonrisa no va a curarte la depresión ni te va a devolver el piso que has perdido. Ignorar que te sientes perdido porque te han despedido no va a hacer que recuperes tu trabajo. Y decir mil veces “no hay mal que por bien no venga” no va a hacer que superes antes esa ruptura.

El positivismo tóxico enmascara la realidad, tu vida se convierte en una ficción que podrás mantener durante más o menos tiempo, pero no para siempre. Y una buena dosis de fantasía es necesaria para evadirnos temporalmente de una realidad incómoda, pero la fantasía no es lo que nos va a solucionar los problemas ni nos va a ayudar a superar los obstáculos. Eso se consigue a golpe de objetividad, confianza en uno mismo y sí, también optimismo. Pero un optimismo basado en hechos reales.

El escritor japonés Haruki Murakami nos deja una cita para reflexionar: “Cerrar los ojos no va cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no querer ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras”. Y nosotros añadimos que, por más que intentes mantenerlos cerrados, antes o después la vida se encargará de que los abras. 

Es importante tener esto muy en cuenta en estos tiempos en los que parece que hay que superar cada adversidad de forma inmediata, reflexionar lo justo (o lo mínimo), sacarse fotos sonrientes para las redes sociales, derrochar optimismo por los poros para supuestamente animar a los que están mal, cantar en medio de la tormenta de miedo y negar cualquier atisbo de malestar. No invalides tus malos momentos, no ignores tus fracasos y no le des la espalda a tus frustraciones porque ellos también son ingredientes necesarios para ser feliz.

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