Los grandes peligros de quejarse por todo (todo el rato)

Instalarse en la queja tiene graves consecuencias para la salud mental

Laura Ruiz Mitjana, Psicóloga
En este artículo
  1. Personas quejicas: ¿cómo son y cómo actúan? 
  2. Los riesgos para la salud mental de quejarse continuamente 
  3. Cómo alejarse de la queja: ¿y si buscamos el punto medio?

Cuando nos relacionamos con el mundo que nos rodea y con las personas de nuestro entorno, podemos hacerlo de múltiples maneras. Lo podemos hacer con conductas y actitudes diferentes (positivas, negativas, de indiferencia…) y desde emociones también muy diversas. Esto depende de muchos factores: nuestra personalidad, estado de ánimo, situación personal del momento, tipo de relaciones, vivencias, ambiente, etc.

Y con todo esto tiene mucho que ver el optimismo, una forma de tomarse la vida. Así, hay personas que tienden a ser más optimistas que otras, y que se toman la vida con mucha filosofía, valorando los pequeños momentos de la misma. En cambio, hay otro tipo de personas, más negativas, que tienden a centrarse en lo malo. Y después están los más “extremos”: los que se quejan absolutamente por todo (todo el rato).

Vivir de esta manera conlleva efectos psicológicos (y sociales) que no podemos negar, muchos de ellos negativos. Pero, ¿cómo son estas personas? ¿Cuáles son los peligros de actuar (y relacionarse) siempre desde la queja? ¡En Diario Femenino te lo contamos!

Personas quejicas: ¿cómo son y cómo actúan? 

Las personas que se quejan por todo constantemente son personas bastante negativas, pesimistas. Tienden a centrarse en el lado malo de las cosas y son incapaces de apreciar el lado positivo de las mismas. Así, manifiestan una tendencia patológica a la queja y muchas de ellas sufren por ello (a la par que hacen sufrir a los de su alrededor). 

Convivir o relacionarse con personas de este tipo suele conllevar efectos psicológicos (y hasta físicos) nocivos, entre los que se incluye una sensación de fatiga, como si nos hubieran absorbido la energía.

Pero, ¿cómo son estas personas? ¿Cuáles son algunos de sus comportamientos?

+ Negativizan todo (incluido lo positivo).

+ Les cuesta valorar o apreciar las cosas positivas.

+ Pueden presentar distorsiones cognitivas (abstracción selectiva).

+ No buscan soluciones (solo están pendientes de quejarse).

+ No reconocen sus propios errores.

+ Absorben la energía de las personas de su alrededor.

+ Pueden sufrir por ello (y hacer sufrir a los demás).

Los riesgos para la salud mental de quejarse continuamente 

Hemos visto, a grandes rasgos cómo es una persona que se queja por todo. Lógicamente, no se trata de un “prototipo” único de persona, porque cada persona es un mundo, sino que hablamos más bien de algunos rasgos compartidos por todas ellas.

Pero, ¿y las consecuencias individuales de esta tendencia? ¿Cuáles son los peligros de quejarse por todo?

1 Nos vuelve ineficaces 

Uno de los peligros de quejarse continuamente de las cosas es que alejan a la propia persona de la búsqueda de soluciones. Es decir, estamos tan pendientes de quejarnos, de mirar la parte negativa de las cosas, de enfadarnos, etc., que nuestra energía se queda “atascada” ahí y no va más allá.

Por lo tanto, es una energía desperdiciada, que no nos hace buscar soluciones efectivas a los problemas o contratiempos, sino todo lo contrario. Nos regodeamos en el disgusto y ahí nos quedamos. Y esto resulta muy poco adaptativo (¡y nada útil!).

2 Altera nuestro equilibrio emocional

Las quejas constantes también pueden dañar nuestro equilibrio emocional. El equilibrio emocional implica una coherencia entre lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos. Se traduce en una sensación de calma, estabilidad y sosiego y supone un elemento fundamental para nuestro bienestar psicológico. 

Cuando nuestro día a día está marcado por la queja, esta acaba vehiculando nuestras emociones, acciones y pensamientos. Es decir, los baña de negativismo, haciendo que nos focalicemos, como ya indicábamos, en lo negativo. Así, acabamos actuando en nuestro día a día desde la queja y desde el sentimiento de malestar que ello conlleva. Todo esto tiene un impacto en el equilibrio del que hablábamos, pues rompe con un estado de calma y bienestar.

3 Aleja a las personas de nuestro entorno

No nos engañemos: a nadie le gusta rodearse de personas que están constantemente quejándose por todo. Las personas que se comportan así absorben toda nuestra energía y nos arrastran hacia su espiral de negativismo. Por lo tanto, otro de los peligros de quejarse siempre por todo es que hace que las personas de nuestro alrededor se alejen de nosotras y que ya no quieran compartir su tiempo a nuestro lado.

Así, poco a poco, nos vamos quedando “solas”. Recuerda que las buenas energías atraen buenas energías y viceversa. Las personas tendemos a relacionarnos con personas que están en sintonía con nosotras a nivel energético (y también emocional).

4 Conduce a sentimientos negativos

Las quejas continuadas, además de dificultarnos el hecho de cambiar las cosas (porque no nos engañemos, cuando nos quejamos no solemos dedicar tiempo a buscar soluciones), nos conducen a un tipo de emociones y sentimientos muy negativos. Entre ellos encontramos: la victimización, la impotencia, la desesperanza y la indefensión:

+ Victimización: la autocompasión es, hasta cierto punto, saludable (porque nos permite trabajar en nuestras heridas), pero la victimización es su grado más extremo y puede resultar muy desadaptativa.

+ Impotencia: quejarnos por todo hace, muchas veces, que nos sintamos incapaces de cambiar nuestra propia situación.

+ Desesperanza: la desesperanza implica perder la fe en que las cosas puedan mejorar y conlleva una gran dosis de sufrimiento.

+ Indefensión: muy relacionada con la impotencia, la indefensión aprendida implica la creencia de que “nada depende de nosotras”.

5 Limita nuestra visión de las cosas

Así como el optimismo se trata de una actitud activa hacia la vida más allá de “ver el lado bueno de las cosas”, que busca el cambio y la mejora, el negativismo es una actitud pasiva similar a la del conformismo. Cuando una persona se queja por todo, tendrá especiales dificultades para ver más allá de esa queja.

Es decir, la queja te instala en lo negativo y te deja ahí, regodeándote en lo que te duele y, sobre todo, en lo que no puedes cambiar. Hace que solo veas esa parte de la realidad, la que no te gusta, y te limita a la hora de descubrir que, dentro de las cosas malas, muchas veces también se esconde algo positivo.

Pero claro, tener la capacidad de apreciarlo exige un esfuerzo si no estás acostumbrada a ello, y no todas las personas están dispuestas a hacer ese esfuerzo. Por ello, si quieres ampliar tu perspectiva de las cosas, tu visión de la vida, te recomendamos que te alejes de esa negatividad y que optes por considerar otros aspectos que quizás la queja te está impidiendo apreciar.

Cómo alejarse de la queja: ¿y si buscamos el punto medio?

Y tú, ¿eres más de ver el vaso medio lleno o medio vacío? ¿Tienes la costumbre de apreciar y valorar las pequeñas cosas de la vida o eres más de instalarte en la queja? Ser exigente con las cosas (y con una misma) está bien; nos permite aprender, esforzarnos y mejorar. Pero serlo demasiado hace que perdamos la objetividad, hasta llegar al punto de la queja constante por todo y ello nos reporta múltiples inconvenientes, como los ya mencionados. 

Quizás se trata de buscar el punto medio entre “verlo todo de color de rosas” y “ver las cosas extremadamente negras”. Transformando un poco el refrán que dice “Ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos”, debemos quedarnos con esta idea: “Ni lo bueno es tan bueno, ni lo malo es tan malo”. 

Y recuerda: la forma en la que observas tu realidad (tu mirada hacia ella) determina, en gran medida, cómo la interpretas, cómo la vives y, sobre todo, qué emociones te devuelve esa mirada. ¡Cuida tu mirada de las cosas! 

“Si puedes cambiar tu mente, puedes cambiar el mundo”
-William James-

Referencias bibliográficas:

  • Castellanos, L., Yoldi, D. e Hidalgo, J.L. (2016). La ciencia del lenguaje positivo: cómo nos cambian las palabras que elegimos. Barcelona: Paidós.
  • Vaquero, C. y Vaquero E. (2010). Psicología. México, Esfinge.

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