Apego evitativo: así surge en la infancia y así influye en la adultez

No aprender a expresar las emociones de pequeños puede pasarnos factura de adultos

Laura Ruiz Mitjana, Psicóloga
En este artículo
  1. Los tipos de apego
  2. El apego en la infancia y en la edad adulta (y su importancia)
  3. En qué consiste exactamente el apego evitativo
  4. ¿Cómo se forma el apego evitativo?

El apego es un vínculo que se establece, a nivel emocional, entre dos personas. Existen muchos tipos de apego, aunque el más conocido (y probablemente también, el más importante) es el que se desarrolla durante la infancia, al inicio de la vida, entre la figura materna y el hijo. También puede darse el apego entre el padre y el hijo, aunque el vínculo entre la madre y los hijos suele ser el más significativo. 

El apego se construye a través de los momentos íntimos, del contacto físico, del cariño, del cuidado y las conductas de seguridad, de compartir momentos, de la alimentación, de la disponibilidad emocional del cuidador, de las enseñanzas ofrecidas, etc. Esto es especialmente relevante en la infancia, cuando el niño depende absolutamente de sus progenitores para sobrevivir.

El psicólogo y psiquiatra John Bowlby fue pionero en el estudio del apego. Bowlby desarrolló la Teoría del Apego, que establece que los seres humanos estamos filogenéticamente programados para establecer vínculos emocionales con las figuras que nos proporcionan cariño y cuidado. Bowlby estudió, sobre todo, los apegos infantiles; así, aunque el apego aparece y se desarrolla durante toda la vida, es en la infancia donde se construyen sus bases. El apego en la infancia determina, en gran parte, nuestra manera de vincularnos con los demás y cómo regulamos nuestras propias emociones durante la edad adulta.

En este artículo de Diario Femenino vamos a hablar concretamente del apego evitativo, de cómo surge en esta etapa infantil y de cómo influye posteriormente en la adultez

Los tipos de apego

Mary Dinsmore Ainsworth, psicóloga estadounidense, estudió también el apego, entre los años ‘60 y ‘70. Estudió el apego a través del paradigma experimental llamado “la situación extraña”, y sus estudios siguen siendo un referente en la actualidad. A través de su experimento, Ainsworth estudió las reacciones de los niños (bebés) ante la separación de sus madres. Gracias a él, Ainsworth identificó tres tipos de apego:

+ El apego seguro: el 65 % de los bebés lo manifestó.

+ El apego evitativo o rechazante (apego inseguro): presente en el 20% de los casos.

+ El apego ambivalente o resistente (apego inseguro): presente en el 12% de los casos.

El apego en la infancia y en la edad adulta (y su importancia)

En la mayoría de las personas, el tipo de apego desarrollado en la infancia es el que prevalece en la etapa adulta, y así lo han demostrado numerosas investigaciones. Es decir, el apego suele configurarse en la infancia y mantenerse bastante estable a lo largo de la vida. Pero, ¿por qué son tan importantes los primeros apegos? Porque determinan, en gran parte, cómo nos vincularemos en el futuro con los demás, ya sea con nuestros amigos o con nuestras parejas (sobre todo con estas últimas).

En qué consiste exactamente el apego evitativo

¿Qué caracteriza un apego evitativo? En el experimento de Ainsworth, por ejemplo, la psicóloga describió con este tipo de apego a aquellos niños que no buscaban a sus madres cuando la necesitaban, y que parecían mostrarse indiferentes ante su ausencia. Por otro lado, mostraban comportamientos de indiferencia cuando la madre volvía, o incluso comportamientos ambivalentes. Otra característica de este tipo de apego es que el niño puede ser muy social con personas desconocidas, pero no tanto con personas familiares.

Este tipo de apego se contrapone al apego seguro, que caracteriza a niños que se muestran confiados a la hora de explorar el entorno pero que acuden también a su madre, de vez en cuando, en búsqueda de seguridad. En el apego seguro, el niño llora cuando la madre se va, y se alegra cuando esta vuelve.

¿Cómo se forma el apego evitativo?

El apego evitativo es propio de niños que no viven una sintonía emocional con sus padres. Los padres de estos niños se muestran distantes a la hora de cubrir sus necesidades emocionales y no suelen depositarles mucho cariño (a no ser que los hijos se mantengan calmados y sin expresar sus emociones).

Es decir, los padres de un niño que acaba desarrollando un apego evitativo no se muestran emocionalmente disponibles para él e ignoran sus necesidades emocionales. No se produce una validación de las emociones del niño y este acaba aprendiendo que estar triste o mostrar conductas de tristeza (como, por ejemplo, llorar), no es adecuado. ¿Por qué? Porque ante estas conductas, los padres no responden, lo ignoran o incluso rechazan dichas conductas. Hablamos de los padres, pero también incluimos a las personas más cercanas y del entorno del niño.

Por otro lado, otra de las situaciones que llevan a un niño a desarrollar un apego evitativo es que, cuando este no muestra sus emociones, existe reconocimiento por parte de sus cuidadores. Aquí sí hay atención y refuerzo por parte de ellos; por ejemplo, el niño se pasa la tarde tranquilo en el salón, jugando sin “molestar” y entonces se le refuerza. ¿Qué acaba aprendiendo entonces el niño? Que, si no muestra sus emociones, es reconocido y reforzado y que no debe “molestar” si quiere que sus padres le atiendan realmente.

¿Y qué acaba ocurriendo? Que el niño acaba por sacrificar la cercanía con los demás para evitar su rechazo y acaba también por no mostrar realmente lo que siente. En cierto modo, el niño ha aprendido que debe valerse por sí mismo para “sobrevivir” y que no puede confiar en los demás. No debemos olvidar que los niños aprenden a regular sus emociones en función de cómo lo hacen sus padres, ya que estos son sus modelos. Así, todo esto explicado se reproduce en la vida adulta, en las futuras relaciones íntimas y afectivas con los demás, como veremos a continuación.

¿Cómo influye el apego evitativo en la vida adulta?

El hecho de desarrollar un tipo u otro de apego con el cuidador principal durante la infancia, tiene consecuencias innegables en la vida adulta. Y así sucede también con el apego evitativo. Hablamos de adultos que han aprendido, desde bien pequeños, que la expresión de sus emociones no les ofrece la disponibilidad emocional de los demás

Es decir, que, si expresan sus emociones, los demás no las atenderán, y a raíz de ello se sentirán rechazados. Por eso, son personas que acaban desarrollando este patrón a la hora de vincularse con los demás, especialmente en las relaciones afectivas: un patrón de desapego, de represión e inhibición emocional. Así, son personas que no muestran lo que sienten porque han aprendido que “no deben hacerlo” si quieren la atención y el cariño de los demás. Han aprendido a “sobrevivir” por sí mismos y por eso les cuesta tanto vincularse y entregarse emocionalmente al otro

Por otro lado, son adultos que de pequeños aprendieron a alejarse del afecto y de sus manifestaciones, porque aprendieron a actuar en función de lo que sus padres esperaban de ellos. Buscaban no molestar. Y en la adultez esto persiste; se trata de personas que se alejan del afecto y que son incapaces de abrirse emocionalmente porque temen que eso les cause rechazo, como ya les causó de pequeños. 

La autorregulación emocional en el apego evitativo

Como vemos, los niños con un apego evitativo, son adultos que siguen el mismo patrón. Son niños que no han tenido la figura de protección de sus padres, especialmente a nivel emocional, y esto influye en su capacidad de autorregularse emocionalmente. ¿De qué forma?

Son niños (y futuros adultos) que aprenden a autorregularse de manera que puedan “sustituir” esa ausencia a través de estímulos externos. Por ejemplo: comida, cosas materiales, otras personas, el trabajo, sustancias tóxicas, conductas adictivas… Así que, en cierto modo, los adultos pueden comportarse de la misma manera cuando deben regular sus emociones. ¿Cómo? Recurriendo a todos estos elementos y acudiendo a personas que “tapen” esas carencias, sin ser capaces de mostrar cómo se sienten.

En la adolescencia estos comportamientos suelen hacer referencia al uso y abuso de sustancias como el alcohol y las drogas, como forma de tapar esos vacíos, esa herida de la infancia. Y, finalmente, esta dificultad para autorregular las propias emociones, puede acabar desencadenando otros síntomas o trastornos psicológicos como la ansiedad, la depresión o las fobias.

El apego como forma de vincularnos

Es por todo esto que la construcción de un apego seguro y saludable resulta tan importante en la infancia, porque a través de ella construiremos nuestra manera de vincularnos con las emociones y con las figuras significativas de nuestra vida. 

Un apego inseguro crea una herida en lo más profundo de nosotros que debe atenderse si queremos construir formas sanas de vincularnos con los demás. Es un trabajo que requiere esfuerzo, porque cambiar patrones tan arraigados es difícil, pero no imposible. La terapia psicológica puede ser una buena alternativa en este sentido.

 

Referencias bibliográficas:

  • Bowlby J (1998). El apego y la pérdida, v. 2. Biblioteca de psicología profunda 49. El Apego y la pérdida. Paidós.
  • Caballo, V. y Simón, M. A. (2002). Manual de Psicopatología Clínica Infantil y del adolescente. Trastornos generales. Pirámide: Madrid.
  • Sampascual, G. (2007). Psicología de la Educación. 2 Volúmenes. UNED. Madrid.

 

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