Señales de que creciste con un apego desorganizado y ahora eres insegura

Apego desorganizado: qué es, cómo se desarrolla en la infancia y cómo influye en la adultez

Laura Ruiz Mitjana, Psicóloga
En este artículo
  1. ¿Qué es el apego desorganizado?
  2. El refuerzo intermitente como desencadenante del apego desorganizado
  3. ¿Cómo son los niños con apego desorganizado? 
  4. ¿Cómo nos influye el apego desorganizado en la edad adulta?

El apego es el vínculo intenso que desarrollamos con nuestros cuidadores personales, cuando aún somos bebés. Este apego es importante porque influye enormemente en cómo nos vincularemos cuando seamos adultas. Por eso, es importante tomar conciencia del mismo y aprender nuevas maneras de vincularnos si las que tenemos actualmente nos dañan o ya no nos sirven (¡esto no es fácil, pero es posible!). 

Existen diferentes tipos de apego: el más adecuado y sano es el apego seguro. De hecho, este es el más común. Pero hay niños que relacionan apegos inseguros que les marca en sus relaciones de adultos. Uno de ellos es el apego desorganizado. Conoce más sobre él: cómo se forma y cómo influye en nuestra autoestima y en nuestras relaciones personales. Descubre esas señales que muestran que creciste con un apego desorganizado y ahora eres una persona insegura.

¿Qué es el apego desorganizado?

El apego desorganizado es uno de los posibles tipos de apego que podemos desarrollar durante la infancia y manifestar también en la edad adulta. A través de él, se produce una relación amenazante entre el bebé y el cuidador, ya que los padres o cuidadores se comportan de forma impredecible, incoherente o “caótica” para el niño

Normalmente, son niños que se crían en entornos hostiles donde la agresividad está muy presente, ya sea en forma de malos tratos físicos y/o psicológicos. Aunque no siempre aparecen (puede haber un apego desorganizado sin necesidad de estos, ante conductas incoherentes de los padres), lo cierto es que son frecuentes.

Este tipo de experiencias, cuando se producen, van configurando un apego de este tipo en el niño, que no entiende cuándo sus padres estarán disponibles para él y cuándo no, en función de qué y de qué no, etc. Se configura, además, un desequilibrio interno en el niño, que no entiende las conductas de sus padres y por qué a veces recibe amor y cuidados y otras veces no.

Además, no olvidemos que los niños, sobre todo cuando son bebés, dependen enteramente de sus padres para sobrevivir. No pueden huir de esta situación. El niño sabe, por naturaleza, que no puede vivir sin su cuidador, por lo que tratará de acercarse a él y de “ganarse” su amor, aunque eso implique recibir daños.

El refuerzo intermitente como desencadenante del apego desorganizado

En este sentido, se puede llegar a producir una disociación en el niño; intenta evadirse de la realidad (porque no quiere sufrir) pero, a la vez, no puede porque es la que es. En casos de maltrato, el niño aguanta el daño porque quien se lo ofrece es quien, supuestamente, le debe querer y proteger.

Se encuentra así, ante una conjetura muy difícil: quien le debe proteger le daña, pero “necesita” su atención y cariño (que aparece en forma de refuerzo intermitente, a veces sí y a veces no, sin un desencadenante claro).

El refuerzo intermitente es la base de muchas relaciones de dependencia, donde la persona no sabe cuándo recibirá el amor que anhela (y ni siquiera depende de ella), pero como a veces lo recibe y a veces no (eso es lo que genera adicción), se queda “ahí” para esperarlo.

¿Cómo son los niños con apego desorganizado? 

Los niños que han desarrollado un apego desorganizado durante su niñez presentan una serie de características (aunque no tienen por qué “cumplirlas” todas). Además de posibles problemas emocionales que pueden desarrollar y de déficits de tipo cognitivo, pueden manifestar lo siguiente:

+ Miedo al cuidador

Aunque el cuidador es quien le ofrece amor, cuidado y cariño al niño, esto no se produce siempre. No hay un sentido o una lógica en la emisión de estas conductas, por lo que a veces se dan y otras no (y eso no depende del niño, sino de circunstancias externas o desconocidas que el niño no puede identificar).

A raíz de ello, el niño puede desarrollar miedo hacia el cuidador, porque es impredecible para él. Esto se evidencia mucho más en las conductas de maltrato. De hecho, el niño puede llegar a desarrollar un trastorno de estrés postraumático (TEPT) debido a esta situación traumática.

+ Disociación

La disociación implica una pérdida del contacto con la realidad, una separación entre la mente, la memoria y los recuerdos, la conciencia… Esto se produce porque el niño, inconscientemente, tiene la necesidad de huir de su realidad, porque esta es dañina para él.

Y como no puede marcharse físicamente, su mente lo hace por él. La disociación es, en realidad, un mecanismo de defensa, a través del cual el niño busca protegerse.

+ Conductas erráticas 

Otra de las características de los niños con apego desorganizado son las conductas erráticas con los cuidadores. Como decíamos, son niños que no saben cómo actuar con sus padres, porque de su conducta no depende que estos estén disponibles para ellos.

Así, por un lado, necesitan su amor y cuidado, y los buscan y se acercan, pero por el otro tienen la necesidad de alejarse de ellos para evitar sufrir. Esto se traduce en conductas erráticas con los padres, es decir, comportamientos contradictorios: “me acerco, pero luego me voy”, “lloro desconsoladamente si no están, pero si aparecen me marcho”, etc.

Esta manera de vincularse es muy dañina, y puede aparecer también en la edad adulta, a través de las relaciones de pareja o de otro tipo. 

+ Baja autoestima e inseguridad

La baja autoestima también es una característica de estos niños. Sobre todo, en los que han sufrido abusos físicos, psicológicos o sexuales. En cierta manera, los niños “aprenden” que merecen ser castigados, que no valen lo suficiente, que no se merecen el amor de sus padres

Y lo peor de todo, que nada depende de ellos. Esta baja autoestima e inseguridad también puede manifestarse a través de una indefensión aprendida (sentir que nada de lo que hagamos cambiará nuestra situación). 

¿Cómo nos influye el apego desorganizado en la edad adulta?

El apego desorganizado influye notablemente en nuestra vida adulta. Si este es nuestro tipo de apego, es probable que manifestemos algunas de las conductas mencionadas con nuestros padres, en la infancia, también en esta etapa, con nuestras parejas o en otro tipo de relaciones

De esta forma, en las relaciones de pareja, por ejemplo, las personas con este tipo de apego manifiestan conductas erráticas, incoherentes o “caóticas”: buscan al otro, reclaman su amor, “lo dan todo”, pero de repente se marchan por miedo a ser heridas, rechazan el amor y el compromiso, etc., y así en una montaña rusa emocional que puede generar mucho dolor.

A nivel psicológico, esto puede ser muy duro, ya que son personas que han “aprendido”, en sus primeros vínculos (con los cuidadores principales), que el amor que recibirán a veces aparece y otras no. Que el otro no estará disponible cuando lo necesiten. Y que todo esto no depende de ellas. Así, se ha construido un apego sobre una base inestable que genera incertidumbre e inseguridad en el niño, un niño que un día será adulto y no sabrá de qué depende que le den amor o no

Y tú, ¿te ves reflejada en este tipo de apego? ¿Crees que manifiestas conductas similares en tus relaciones? Si crees que podrías haber desarrollado este tipo de apego y que este influye negativamente en tu manera de vincularte con los demás, te animamos a pedir ayuda profesional

Conocer nuestras heridas emocionales nos permitirá empezar a construir una manera más sana de vincularnos con nosotras mismas y con los demás, desde la seguridad personal y el amor propio y no desde el miedo a perder o a ser abandonadas.

 

Referencias bibliográficas:

  • Cantero, M. J. y Lafuente, M.J. (2010). Vinculaciones afectivas: apego, amistad y amor. Ediciones Pirámide.
  • Gayá-Ballester, C., & Molero-Mañes, R., y Gil-Llario, M. (2014). Desorganización del apego y el trastorno traumático del desarrollo (TTD). International Journal of Developmental and Educational Psychology, 3 (1), 375-383.
  • López, F. (2006). Apego: estabilidad y cambio a lo largo del ciclo vital. Infancia y aprendizaje, 29(1): 9-23.

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