Síndrome del salvador: cuando te preocupan mucho los problemas de otros
Si tienes una necesidad constante de ayudar a los demás, quizá padezcas este síndrome
- ¿Qué es el síndrome del salvador?
- ¿Qué hay detrás del síndrome del salvador?
- La creación del salvador o salvadora en la infancia
- El síndrome del salvador: ¿qué parejas escogen las personas que lo padecen?
- Consecuencias del síndrome del salvador
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Para construir relaciones que realmente nos beneficien y que sean saludables (relaciones de pareja, familiares, de amistad…), es importante que estas se basen en la reciprocidad, en el “yo doy y tú das”. Son así relaciones equitativas, que nos aportan pero en las que también podemos y debemos aportar.
Pero, ¿qué ocurre cuando esta reciprocidad no existe? Que estamos ante un posible caso de síndrome del salvador. En el seno de las relaciones basadas en esta manera de vincularnos (que conoceremos a lo largo del artículo), uno de los miembros de la relación necesita dar más que recibir, pero de forma bastante disfuncional (y constante).
Así, son relaciones que se basan, no en la reciprocidad, sino en la unilateralidad, en el “yo te salvo porque así te demuestro mi amor”. ¿Qué más sabemos de este síndrome? ¡Te lo contamos todo en Diario Femenino!
¿Qué es el síndrome del salvador?
El síndrome del salvador es un concepto que se utiliza para hacer referencia a aquellas personas que siempre intentan asumir o resolver los problemas de otra persona, ya sea su pareja, su hijo, su hermano… Es un modo de vincularse insano, ya que surge desde la “necesidad” de “salvar” al otro de forma reiterada para suplir ciertas carencias, y no tanto de un altruismo saludable y lógico.
Este síndrome es especialmente típico en las relaciones de pareja, aunque también pueden darse en amistades y en relaciones con familiares. Es el famoso “príncipe azul” de los cuentos que iba a salvar a la princesa con un beso, su entrega, un rescate en la torre más alta o todo su amor.
Pero hoy en día es un concepto bastante desfasado (aunque sigue existiendo), que nos incita a preguntarnos: ¿salvarnos de qué o de quien? ¿Realmente quieres salvarme a mí o quieres salvarte a ti? Es lo que debemos plantearnos ante un caso de síndrome del salvador.
¿Qué hay detrás del síndrome del salvador?
¿Qué causas explican que haya personas que manifiesten este síndrome? Y que, por lo tanto, ¿“necesiten” necesitar? ¿Que necesiten salvar o ayudar a toda costa? Algunas de las causas más frecuentes son:
- Deseo inconsciente de querer asumir un rol de salvador por una necesidad de que nos “necesiten” o reconozcan.
- Búsqueda de aprobación y aceptación.
- Haber aprendido esta forma de vincularnos -desde la dependencia- en nuestra infancia (sobre todo en la relación con la madre, donde se desarrolla el primer apego, o de anteriores parejas).
- Influencia cultural de la literatura, el cine, la publicidad… donde la mujer siempre debe ser “salvada” por su príncipe azul.
- Educación recibida.
- Estilo de personalidad dependiente.
- Experiencias tempranas de la vida (por ejemplo, el abandono o el maltrato).
- Necesidad de control de la situación/controlar al otro (“como tú me necesitas, yo tengo el control”).
“Depender de otro es una expresión de apego, no de amor, una manifestación de inseguridad y sufrimiento, sin comprender la verdadera naturaleza de nuestras vidas”.
-Brenda Shoshanna-
La creación del salvador o salvadora en la infancia
Hemos visto cómo una de las posibles causas (y de hecho, la más influyente) a la hora de “crear” una persona con síndrome del salvador, son las experiencias tempranas en la infancia. En la infancia no ocurre todo pero todo lo que ocurre importa.
Muchas veces, el niño aprende a rescatar a los demás para así obtener: cariño, placer, amor, compañía, atención, aprobación… Todo lo que anhela un niño y que debería recibir de forma natural, pero que acaba “aprendiendo” que se tiene que “ganar” a través del altruismo. Pero no un altruismo sano, sino extremo, que no tiene en cuenta las propias necesidades.
+ Aprender a cuidar para obtener amor
¿Qué ocurre? Que el niño aprende que para obtener ese cariño, tiene que reparar, salvar, rescatar, curar… Y esto tiene mucho que ver con el apego temprano, que determina la forma en la que nos vincularemos de adultos. Cuando ese apego es inseguro, puede acabar surgiendo este síndrome.
+ Asumir roles erróneos o inadecuados
Por otro lado, en familias disfuncionales, donde el niño asume el rol de padre o madre, cuidando a sus hermanos porque sus padres no están pendientes de ellos, por ejemplo, este síndrome también prolifera.
El niño asume responsabilidades que no le tocan por edad, y esta necesidad de cuidar acaba reproduciéndose también en la vida adulta (muchas veces, nunca ha dejado de existir). En cierto modo, el niño ha ido reproduciendo este rol en la infancia como un mecanismo para equilibrar el sistema familiar.
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El síndrome del salvador: ¿qué parejas escogen las personas que lo padecen?
Hemos visto cómo el síndrome del salvador se da en muchas relaciones de pareja. En este sentido, sabemos que nadie “escoge” a su pareja por azar. Y es que, las casualidades no existen en nuestra elección de pareja, tampoco en las personas con este síndrome; normalmente, acabamos teniendo afinidad con aquellas personas que encajan con nosotros, aunque sea de forma patológica (pero que encajan).
Así, si tienes el síndrome del salvador, es probable que escojas a parejas que necesitan ser cuidadas; con muchos problemas (de salud, económicos, familiares…), con muchas necesidades y carencias.
Con algo que resolver, emocionalmente inaccesibles, difíciles, complicadas… Y de repente, esa se convierte en nuestra única tarea: ayudar, acercar, invocar ese amor que rescatará a esa persona de las garras del peligro. Esta “elección” que comentamos (tengamos o no el síndrome), en realidad es inconsciente la mayoría de las veces. Pero que sea inconsciente no significa que suceda por azar.
Así, cuando nos vinculamos desde la necesidad de que nos necesiten, escogemos a alguien que nos necesita para no perderlo o para controlarlo (aunque estos pensamientos sean inconscientes, insistimos). Creemos, irracionalmente, que conseguiremos cambiar al otro, hacer que se enamore de nosotros, que le resolveremos los problemas, que le aliviaremos para siempre el sufrimiento… nada más lejos de la realidad.
Y es que, en cierta forma, queremos reparar al otro con nuestro amor, pero ese intento de reparar en realidad nos está destruyendo a nosotros. ¿Por qué? Porque nos alejamos cada vez más de nosotros mismos y solo conectamos con las necesidades del otro. Pero, ¿y a ti quién te cuida? ¿Qué es lo que tú necesitas? ¿Te lo has preguntado alguna vez? Tú también mereces ser cuidado y sobre todo, mereces cuidarte.
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Consecuencias del síndrome del salvador
¿Qué consecuencias tiene manifestar el síndrome del salvador? ¿Nos afecta a nosotros o al otro? ¿De qué forma? En primer lugar, al intentar siempre “rescatar” al otro de sus problemas, le privamos de la oportunidad de aprender él mismo de sus errores, de avanzar y madurar, de volverse más independiente…
Por otro lado, necesitar siempre ayudar puede denotar ciertas carencias que, de no ser resueltas (porque estamos demasiado ocupados ayudando a los demás), pueden generarnos un auténtico estancamiento emocional, lo que nos dificulta a la hora de desarrollar otras estrategias (más saludables) que nos permitan sentirnos bien con nosotros mismos sin necesidad de rescatar a nadie.
Por otro lado, sufrir este síndrome puede hacer que:
- Nos volvamos extremadamente dependientes de los demás (los “necesitamos” para ayudarlos y sentirnos bien con ello).
- Se aprovechen de nuestra entrega.
- Nos agotemos emocionalmente.
- Nuestra autoestima se reduzca (porque dejamos de invertir tiempo en nosotros mismos).
Y tú, ¿has conocido a alguien con el síndrome del salvador? ¿Crees que tú misma podrías manifestarlo? Conocer un poco más este síndrome nos puede ayudar a identificarlo para así, poder prevenirlo.
Para evitar desarrollarlo, deberemos tomar consciencia de cuál ha sido siempre nuestra forma de vincularnos (si desde la necesidad o desde el amor) y, sobre todo, tener claro que hay maneras de cambiarla (por ejemplo, a través de la terapia psicológica).
Por otro lado, desarrollar una buena autoestima es el primer paso que nos llevará a construir relaciones saludables y equitativas, donde ayudamos porque así lo sentimos y no porque lo “necesitemos”. Relaciones basadas en la reciprocidad y el amor y no en la necesidad de resultar indispensable para alguien (¡algo totalmente utópico, en realidad!).
Referencias bibliográficas:
- Aguilera Vásconez, R. P., & Llerena Cruz, Á. G. (2015). Dependencia emocional y vínculos afectivos en estudiantes de la carrera de psicología clínica de la Universidad Nacional de Chimborazo (Bachelor's thesis, Riobamba: Universidad Nacional de Chimborazo, 2015.).
- Riso, W. (2008). ¿Amar o Depender? Barcelona: Norma SA Editorial.
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